miércoles, 5 de mayo de 2010

Momentos

En estos días de primavera, el corazón se agita de tal manera que en ocasiones me ofrece distintos estados de ánimo, puntos de vista diferentes sobre lo que creía y tantas cosas que evocar...En definitiva me vuelvo un poco más loco de lo que creía estarlo. Pienso que la primavera es así. Parece como si mi reloj biológico se disparara y yo volara por este mundo esquivando las cosas que no deseo tal y como lo hacen las golondrinas por las calles. A veces, el alma se vuelve tan pesada y gris como una nube de lluvia y... me dan ganas de llorar. Es en este tiempo, cuando mi sensibilidad se muestra en toda su intensidad y el sentimiento me hace un nudo en la garganta. Sin embargo, la alegría de vivir me acecha al doblar cada esquina como por arte de magia. Sonrío buscando el lado más simpático de las cosas y guardo momentos que de alguna manera me enriquecen. No tengo un apelativo para definir estas cosas que nos suelen suceder en la primavera, solo sé que todo bulle allá por donde voy. Mis pasos caminan por senderos buscando la calma y parece como si de un golpe, los seres vivos, las plantas y los fenómenos meteorológicos tuvieran prisa por vivir de una manera tan atropellada. Los días se vuelven películas fotográficas capturando instantes que son guardados en no sé qué rincón de la memoria. Puede ser que todas estas imágenes y pensamientos tengan la semilla de algo hermoso que nunca dura para siempre; el regalo de la vida al despertar en unos segundos. A todo ello lo voy a nombrar con dos palabras que me parecen tan bonitas como efímeras; algo que se puede guardar durante una eternidad, pero que dura lo que una estrella fugaz... Carpe diem...

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