lunes, 11 de abril de 2011

Una mano desde el cielo

Aquella noche tenía un presentimiento. El tiempo pasaba sin pegar ojo y sus sentidos estaban alerta porque algo se avecinaba. Las luces de los coches se paseaban por el techo de la habitación, la voz de una vecina discutía con su marido mucho más allá y alguien arrancaba una moto justo por dejajo de su balcón. Sabía que algo iba a suceder en breves instantes. El miedo a lo desconocido, el calor de aquel verano y sus sentidos sensibles a todo lo que podría pasar, le creaban una atmósfera de incertidumbre. Cerró los ojos y se arropó con la sábana para huir del miedo. Se quedó dormido porque estaba agotado.

Una angustia lo despertó. Su cabeza tenía un tremendo desasosiego que se perdía en lo más profundo y saltó de la cama como huyendo de aquel mal estar. Quiso andar y no pudo mover su lado derecho, quiso pensar y se había olvidado de como se hacía. Pasaron unos segundos interminables. Sabía conscientemente que su cerebro y su cuerpo era el de un hemipléjico y en un esfuerzo por abrazarse a la vida, se armó de valor y pidió al cielo que aun no llegara aquel momento.

Aquel trombo en su cerebro desapareció y volvió a tener movilidad. Quiso pensar y lo hacía perfectamente. Todo estaba normal. Se tumbó en la cama sabiendo que todo había pasado. Cerró los ojos y se quedó dormido.

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