martes, 10 de diciembre de 2013

Café Viena.



Esta tarde te estuve esperando. Mientras te aguardaba, no hacía más que contarte cosas; vivía mi presente para tí. A veces sonreía por curiosidades que se me ocurren y otras me ponía muy serio... Mi mirada perseguía a la gente por las aceras y en cada rostro, te contaba algo curioso. Los sonidos de la calle eran la banda sonora común a todas las ciudades. Me detenía en los escaparates y te comentaba sobre alguna cosa que te quería regalar. No dejaba de hablarte con mi corazón abierto y, tan solo lo hago en la intimidad.
Quedé contigo a las 6, junto a la ventana de la cafetería donde nos contábamos historias de la vida. Te retrasabas, mi café se hacía eterno y la espera infinita. Estaba ausente de todo menos del pensamiento y mis ojos vigilantes en la calle. El camarero desde la barra me sonreía por ver mi expresión ausente y notaba mi impaciencia por verte...Me enviaste un mensaje al móvil. Cosas ajenas impedían tu cita y mi expresión se hizo un tanto lúgubre. Estuve mirando pensativo frente al ventanal viendo la gente pasar y pasar. Cuando fui a pagar, el camarero me dijo: "No hay en este mundo expresión más clara que la del un enamorado y tú lo estás".








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