jueves, 22 de febrero de 2018

El último banco de la izquierda




En el último banco de tu capilla me sentaba a orar. El hermano Bonifacio descansaba en paz a mi izquierda y según me dijeron, es muy milagroso.

Cada mañana o cada tarde, encontraba un hueco para hablarte de mis dudas, de mis pesares, de mis mal de amores, de mi vida y de lo que sentía. Mi corazón se abría hacia ti en mis oraciones porque cuando salía de la capilla, me setía muy bién; desahogado como quién busca a alguien que lo escuche...

Pero aquella mañana fue muy especial porque me hablaste.
Tomé asiento en el último banco de la izquierda, junto al Hermano Bonifacio y como cada mañana comencé a orar. Te hablaba de aquella chica que me gustaba y que no me importaba dejarlo todo por estar con ella. Te hablaba de mis dudas, de mis letanías...de cosas que ahora veo sin importancia hasta que sin saber cómo, un sentimiento muy agradable comenzó a nacer en mi corazón. Yo pensé que eran efectos del café pero no, eras tú.

Yo seguía hablándote como cada mañana y tu comenzaste a hablarme también hasta que me dí cuenta de que lo hacías. Aquel sentimiento se hizo cada vez más y más grande y me hablabas con el corazón, sin conocer de ti la palabra del pensamiento. En ese momento dije: ¿Pero qué me dices? y una ventana se abrió en mi corazón, una ventana que me mostraba el infinito de la sabiduría, el poder de lo sencillo...

Sabía que eras hombre y que eres muy alegre, que me quieres y que me emociono ahora cada vez que te recuerdo. Me dijiste que aquella chica no era la mujer de mi vida, que estaba por otro. Me hablabas a cada pregunta que te hacía y que sabes de cada ser vivo de la creación y yo te preguntaba si sabías de cada mota de polvo de la tierra, y tu te reías por mis ocurrencias. Aquella ventana de mi corazón era una ventana al infinito donde todo estaba perfectamente bién puesto en su sitio y que cada explicación de este mundo, tiene una respuesta sencilla.

No sé cuanto tiempo estuvimos dialogando pero más que tus respuestas, fué tu presencia en mi corazón, el poder saber a todas luces que aquello no era un sueño sino que era tú y sólo tú y de esa base por la cual mi corazón se ancla invencible ahora.

Esa ventana se fué cerrando poco a poco con la misma delicadeza de como se abrió. Fué una experiencia tan natural que no yo salí dando brincos como quién le toca la lotería o estrañado ante tan sublime experiencia. Durante los sucesivos días le daba miles de vueltas a la cabeza tratando de explicarme las dudas de quién era quién...y al final, los dos fuimos uno.

Desde entonces hasta ahora han pasado los años. Yo sigo visitando al Hermano Bonifacio y sigo orándote en el último banco de la izquierda. He conocido a gentes que también pudieron conocerte en primera persona y de la misma manera que tú lo hiciste conmigo. Personas que me conocen dicen que soy un templario y creo que algo de razón tienen, pero desde aquellos días lejanos no hay día que no te hable allá donde vaya o haga lo que haga. La soledad y el silencio de la capilla me invita a tener un momento contigo cada vez que voy al Hospital San Juán de Dios de Córdoba.

Nada más entrar en la capilla yo te digo con alegría: YA ESTOY AQUI...y tomo asiento en silencio y soledad para seguirte hablando. Poca gente me cree cuando comento con amigos y hay cantidad de gente perdida por sus dudas o poca Fé y la verdad es que ya me resigno a comentarlo porque no me creen...




5 comentarios:

EvaBSanZ dijo...

La fé en palabra religiosa no soy entendida pero la fé en si, en su simple y compleja es y será quien ofrece serenidad.

Un beso

Adelina dijo...

La fe es un don.

Es bonito tener a quien recurrir y en quien cobijarse cuando estamos tristes. Y la oración ayuda...

Muy bonito tu texto, precioso.

Muchos besos.

CÉU dijo...

No banco da isquierda de la capilla tu hermano Boniifácio siempre esperava por ti y tu lo miravas y abrias tu corazón a este hombre, já falecido, y considerado santo. No interessa si era fé ou no. O importante é que ele te "dizia", te mirando en los ojos lo k deverias hacer en matéria de amor ou no. Y tu acreditaste sempre en sus conselhos.

La chica de que hablas en tu fantástico y real texto no foy la mujer de tu vida ou foy? No olvides k los santos son también hombres con virtudes y defeitos, desejos e tentações.

Continua passando y hablando com tu hermano. No importa la opinião das outras personas. Lo importante es continuares a sentirte bién.

Abrazo con carino y estima.

Recomenzar dijo...

La fe en vos en lo que haces en como sos
me ha gustado tu entrada sugerentemente tuya
gracias por compartir lo que sentís dentro tuyo

jfbmurcia dijo...

Reconozco que soy un hombre con poca fe. Pero da gusto leerte. Te mando un abrazo.