jueves, 21 de junio de 2018

El humo que roza el cielo






El miedo era algo imparable en su joven corazón. La angustia existencial plantaba sus raices en una marea de dudas y la oscuridad, flotaba en el ambiente como el humo de su cigarrillo...Tenía curiosidad por todo y de todo tomaba su parte en algún lugar de la memoria. Parece mentira ahora pasados los años que los sentimientos de aquella época se repiten y se repiten raclamando deudas para alcanzar la PAZ. Pero de joven, aquel desasosiego no tenía calificativo; parecia un bandido que roba el alma a cara cubierta para no ser reconocido...y venian mas y mas pesares que se agolpaban en la fila de las deudas por cumplir. Ella era fuerte, poderosa y terriblemente bella. A veces la vida se componía de una cuerda floja en tan inocente juventud y la cuerda se balanceaba sobre un precipicio que anidaba en su mente. Profundamente inteligente, su vida estaba perdida. Conocía los sin sabores del amor, la ofrenda de regalar su corazón a un tipo que sólo se aprovechó de ella...Lloraba a escondidas sin un plan definido que la hiciera tomar otro rumbo, otro pueblo, otra ciudad. El miedo la repelía de la verdad a pesar de esa sed en palpar la realidad separada de la mentira. Subía al tejado de su casa a fumarse otro cigarrillo porque la intimidad de su soledad era propicia a tener los sueños más bellos, mas hermosos que venían de un alma sensible y femenina...qué adorable era el mundo a cada calada del cigarrillo cuando el universo giraba a cada noche mostrando estrellas con nombre definido.

Ahora de mayor seguía siendo niña pero sin miedos desconocidos. Ahora los miedos tenían calificativo; rostro definido cuyo nombre podria desaparecer de un momento a otro. Se crecía en los momentos de angustia para tocar fondo y del fondo sacar una claridad en sentirse más y más segura. Que hermosa debía de ser la vida en un corazón inocente que anda con paso firme; pensaba. Sus labios tomaban el cigarrillo con profundos besos y los ojos se cerraban en una marea de sentimientos que la invitaban a filosofar sobre cosas de la vida. Era terriblemente bella en su Argentina natal. Inteligente y casi perfecta en medir las cosas de su vida con el cariño de las palabras perfumadas de buenos sentimientos.

Pasaban las horas plenas de soledades; de silencios con el tacto del corazón en su cuello; con sus manos maestras en acariciar...y el frío de la noche ya no era frío porque hizo las paces con ella; con su soledad.
La madurez nos pasa una factura que debemos pagar. Unos la pagan en poco tiempo, otros la pagan en plazos longevos. Sin embardo ella caminaba a paso lento y seguro antes de que el día, rompiera la magia de su noche...


5 comentarios:

Susana dijo...

Quë hermoso. Un beso

Los Inviernos de Laura dijo...

Amigo, lo tuyo es sublime!!
Y como dice Amaral "tenías razón... Y te sabe a demonios"

Saludos!

Jazmin blanco dijo...

Un bonito relato sobre la soledad que habita en el corazón de las personas en algún momento de la vida. Un abrazo

Alondra dijo...

Dicen que somos parte y arte de lo que vivimos. Si el corazón fue noble llegara el momento de la paz con uno mismo.
Lo has descrito muy bien. Saludos afectuosos

ANNA dijo...

Gracias en el blog hay un traductor por si te puede servir para seguir leiendo.
Gracias por tu paso significa mucho ya que un personage que me hace la vida imposible diciendo que le copio poemas y muchos seguidores se han ido
Besos