domingo, 28 de julio de 2019

Montmatre





 De pelo moreno y pantalón corto, la vi pasear. Ella era francesa; una desconocida para hablarle pues yo no sabía francés...A una distancia prudente mi corazón la seguía con el deseo en llamas. Ella se percató de mi e incluso debido a mi cara de tonto enamorado me dió una sonrisa de complicidad. El tipo que la acompañaba rabosaba de tatuajes en los brazos y en las piernas pero ella, no. Su piel era virgen de dibujos pero sutil al tacto.

Montmatre era el barrio de los sueños encontrados; pensaba al reconocerla como un deseo que se acababa de cumplir hacía 45 minutos justo cuando menos lo esperaba. Ella sabía que la seguía. En una terracita de verano se sentó con aquel tipo que también había reparado en mí; me miraba con cara de pocos amigos pero sabedor de que aquella delicia de mujer no pasaba desapercibida para nadie...Entré en la barra oscura deaquel bar, tan oscura que ellos no podían saber de mi atención para deleitarme de aquel cuello, de aquellos pechos, de aquellas piernas, de aquella sonrisa...Le hice una seña a la camarera para pagarles el café; invitarlos por lo menos para que ella tuviera memoria en lo sucesivo.

El camarero hizo una indicación de mí y ellos, con la iluminación del sol y la oscuridad de la barra no supieron a quién podían dar la gracias. Ella no quiso entrar porque aquel tipo lo impidió y se fueron calle abajo buscando una sombra.

Yo los seguía y mi mujer ya me esperaba en el Hotel pero necesitaba saber de ella...El móvil sonaba en mi bolsillo y mi deseo ciego aumentaba detrás de unas piernas soñadas allá donde las hubiera.

Ella le hace una seña a aquel tipo musculoso y el se vuelve hacia mí como una advertencia en serio. Me temía lo peor. No sabiá qué decirle y le di la mano en son de amistad pero el la tomó con tal fuerza que sus ojos estaban ya a diez centímetros de los míos. Quise separarme, quizá responder con un puñetazo pero fué su puño quién lo hizo.

Caí al suelo como una fruta madura y ella, el amor de mi vida quiso interesarse por mí con dolor de empatía y yo, en el suelo con la cara llena de sangre, ví que puso en el bolsillo de mi camisa una tarjeta...y se fué para no verla por siempre jamás.

Mi mujer se llevó un disgusto al verme y mis hijos no daban crédito a cómo tenía la cara. De vuelta a España, entra la ropa sucia vi aquella tarjeta y un nombre; su nombre con una dirección por internet. La busco esperando encontrar algo y ella estaba allí desnuda; fruto de un artista que la pintó aún mas bella si cabe y una fecha para una exposición de arte en Madrid, mi ciudad. El día llegó y ella, que era la pintora de su cuerpo se acordó de mi. Se acercó como venida de otro tiempo; de un sueño que sin saber cómo, se hizo realidad...


 Él seguía con cara de necio, mirando los cuadros expuestos, todos ellos de la misma modelo y artista. Eran lienzos de juego de espejos, de torsos sin pecado, de amaneceres de cama y de verano. Los asistentes se fueron marchando, y cerca de las ocho de la tarde, la luvia quiso poner la excusa perfecta para acompañar a su sueño hasta el Metro.

Ambos sabían, por el juego previo de miradas, que el destino de sus pasos en las mojadas aceras no era la boca de metro de Sol, pero llegaron a bajar las escaleras, por dar una oportunidad a los convencionalismos. Entre el barullo de la gente, se abrazaron como estudiantes por un día, se besaron con la pasión de la experta sabiduría de la vida, se acariciaron como ene el ultimo momento de sus vidas. Más tarde, percatándose de la realidad, esquivada y anhelada a un tiempo, se dejaron de mentir. Entraron en la habitación del hostal de ella, tomados de la cintura, sin dejar que los juegos de los miedos entraran con ellos.

El vals de los juegos del amor se puso en marcha. Escribiendo el bolero de esos amores que apuestan al todo o nada, la madrugada se vistió de anaranjado despertar en brazos del otro, abriendo así una nueva vida para ambos, sin novios tatuados ni familia de anclaje. El azar había tenido la culpa, como siempre, de un paso sin marcha atrás.


Albada Dos y Buscador






2 comentarios:

Amapola Azzul dijo...

Curioso relato y retrato.

Feliz domingo.

Besos.

Albada Dos dijo...

Él seguía con cara de necio, mirando los cuadros expuestos, todos ellos de la misma modelo y artista. Eran lienzos de juego de espejos, de torsos sin pecado, de amaneceres de cama y de verano. Los asistentes se fueron marchando, y cerca de las ocho de la tarde, la luvia quiso poner la excusa perfecta para acompañar a su sueño hasta el Metro.

Ambos sabían, por el juego previo de miradas, que el destino de sus pasos en las mojadas aceras no era la boca de metro de Sol, pero llegaron a bajar las escaleras, por dar una oportunidad a los convencionalismos. Entre el barullo de la gente, se abrazaron como estudiantes por un día, se besaron con la pasión de la experta sabiduría de la vida, se acariciaron como ene el ultimo momento de sus vidas. Más tarde, percatándose de la realidad, esquivada y anhelada a un tiempo, se dejaron de mentir. Entraron en la habitación del hostal de ella, tomados de la cintura, sin dejar que los juegos de los miedos entraran con ellos.

El vals de los juegos del amor se puso en marcha. Escribiendo el bolero de esos amores que apuestan al todo o nada, la madrugada se vistió de anaranjado despertar en brazos del otro, abriendo así una nueva vida para ambos, sin novios tatuados ni familia de anclaje. El azar había tenido la culpa, como siempre, de un paso sin marcha atrás.

Un abrazo y feliz martes, Buscador