sábado, 17 de septiembre de 2016
La raiz de la flor de Loto
En el pais de los descuidos nació Juan sin rostro. Conocía a cada habitante de su pueblo pero nunca jamás vió su rostro. La gente le explicaba como era su faz mas, nadie le provocaba en su imaginación un rostro definido...En aquel mundo, nadie nunca jamás tuvo conocimiento de su fisonomía pues, los espejos no se inventaron.
Se enamoraba de chicas que para el eran preciosas pero algunas le decían que no era su tipo o otras que era bién parecido y nada mas. A Juan todo el mundo le parecía bello, todo el mundo menos el...Tenía complejo de belleza y hasta de inferioridad porque existían chicos que sin duda lo superarían además de bellos, en inteligentes...
Pasaban los años y Juan sufría por conocer su rostro. Algún amigo le comentó que vió a algún tipo que se parecía a el en alguna ciudad lejana pero imposible localizarlo. En su país todo el mundo tenía un rostro al que su propietario la traía sin cuidado. Juan se exploraba con el tacto cada rincón de su cara, cada cicatriz, sus orejas y su nariz, su barbilla sus mofletes sus labios pero, no le bastaba para saber quién era en realidad...En su país no había ningún objeto que reflejara la cara de la gente como una madición que a toda la gente no le importaba.
Pasaban los años y según tenía comprobado la gente poco a poco cambiaba su rostro a lo largo de la vida. Su sueño era conocerse y el destino, morir en el anonimato personal. Sus padres lo llevaban a psicólogos pues su caso era además de complicado, especial. Las consultas eran largas y estaban empeñados en hacerle cambiar de aptitud pues se preocupaban por perder la cabeza...
Un día llegaron a su pueblo unos gitanos ambulantes para mostrar las novedades de la ciencia y entre ellas como novedad, traido del lejano oriente, un espejo para conocerse el rostro. Todo el mundo hacía cola para ver su cara por tan sólo tres centimos. Algunos salian satisfechos y otros lloraban por reconocerse feos. Juan no perdíó la oportunidad de conocerse. Se afeitó, se lavó la cara, se perfumó y ya solo le faltaba un ramo de flores para ofrecerse a el mismo...
Por fín le tocó su turno. Estaba nervioso e inquieto. Entró en la tienda donde todo estaba a oscuras y una voz le dijo:
- Amigo extraño, no piense que su vida cambiará después de tener el gusto de conocerse pues antes de la cara, está el rostro del corazón. Sea cual fuere su fisonomía ha de tener en cuenta que lo bello está en el corazón...Las flores de Loto son caducas y su raiz a pesar de ser fangosa, perdurará en el tiempo. Usted decide si es importante que se vea el rostro.
...y Juán, comprendiendo el mensaje, supo que tenía olvidado el corazón y dijo:
- Todo lo tiré por la borda a cambio de una imagen y ahora tengo la oportunidad de alcanzar mi sueño pero, me iré con mis seres queridos porque sufren por mí. Así pues, en mi corazón estoy hasta que deje este mundo y por la gracia de Dios, así seré.
De esta manera, cada cual de su pueblo conoció su rostro menos Juan. Se inventaron cremas y cirujía plástica debido al espejo de los gitanos y Juan sumido en si vida interior, fué feliz...
¡Guaou! Es una historia muy bella. Ojalá que a todos nos importara más el corazón propio y de los demás que la apariencia exterior.
ResponderEliminarUn abrazo grande de anís estrella.
Ahora, por desgracia, vivimos inmersos en el mundo de la apariencia. No hay muchos Juanes. Saludos.
ResponderEliminarHasta el dinero que se gasta en cirugía para embellecer el físico, parece ser más importante que la auténtica belleza interna, el corazón, la personalidad y la pureza del alma.
ResponderEliminarMucho tiempo se pierde en lo externo y muy poco en lo interno.
Muy buena reflexión, gracias.
Un abrazo.
Ambar
Sucede muy seguido que no encuentras aquello que buscan, es que no saben buscar, los pierde la tecnología y el querer ser, muy tierno tu cuento vale para reflexionar.
ResponderEliminarAbrazo
Todo el mundo tiene derecho a ser feliz. A buscar la felicidad y encontrarla.
ResponderEliminarBesos.
Un texto bonito e interesante, Buscador.
ResponderEliminarLo que vale de verdad son los buenos y bellos sentimientos, lo exterior puede llevarnos a un desengaño doloroso.
Un beso. Y se feliz