A veces el pensar se vuelve ligero; ingrávido, liviano. Son esos momentos donde todo carece de peso y me dedico a observar aquello que me rodea mientras el tiempo parece se detiene a la vez que el mundo desfila delante de mi mirada. La temperatura del ambiente es ideal para esta época del año y un sentimiento agradable me invade mientras me detengo en lo sencillos que podemos ser sin complicarnos la vida...
Mi trabajo termina hoy a media mañana. Entro en el parque de Colón y el mundo se abre con todo su colorido en este pulmón de la ciudad. Tomo asiento en una sombra y el rumor de la fuente me trae recuerdos de otros años; son imágenes pasadas que están impresas en mi memoria cuando me veo más joven cuzando el parque camino al registro mercantil y organizándome la mañana pues había mucho trabajo. Sin embargo ahora el tiempo se detiene mecido por una brisa de primavera y palomas blancas que buscan la compañía de quien les da de comer. Unas beben de la fuente, otras se detienen a los pies de un jubilado y otra sube volando en vertical en un batir de alas que se adornan con el sonido de su vuelo. De su pecho se desprende una pluma que sin orden ni concierto juega con la brisa y mi mirada. La sigo con recuerdos de Forrest Gump mientras los dos estamos sentados en un banco. La sigo en sus subidas y sus bajadas, con sus piruetas y la duda de no saber dónde aterrizará. Me levanto y como un chiquillo la persigo hasta el otro extremo del parque donde se posa sobre un rosal del jardín. Guardo la pluma en mi cartera y veo que alguien sonríe cerca de mi...
El día pasa y el tiempo vuelve a correr. Esta tarde, tomando un refresco en mi azotea, los vencejos me traen su recuerdo y saco la pluma de mi cartera. Corre por el ambiente un perfume a tierra mojada venida de los campos. Abro la mano y mi pluma toma el vuelo ingrávida hasta que se pierde por los tejados. Recuerdo mi estado de ánimo en el parque como quien tiene nostalgia de que en algún momento del día, fue feliz...
Tú relato me dejó una sensación de calma y melancólica serena. Me hizo pensar en esos momentos simples que a veces dejamos pasar sin darnos cuenta de su valor: una brisa suave, el sonido del agua, una pluma flotando sin rumbo. Me gustó cómo la forma de conectar recuerdos del pasado con el presente, todo envuelto en una atmósfera casi suspendida. Me vi reflejada en ese paseo sin prisa, en esa forma de observar el mundo con ojos tranquilos, y me recordó que a veces la felicidad está justo ahí, en lo cotidiano, en esa mirada cuando dejamos que el tiempo nos acaricie en lugar de empujarnos.
ResponderEliminarMuy profundo, entrañable y a la vez siento incluso añoranza. Un abrazo
Precioso parque.
Bonitos recuerdos los que nos traes, en la sencillez de las cosas radica la felicidad del ser humano. Un abrazo.
ResponderEliminarUna historia muy intimista y buena, como sueles escribir siempre y me encanta.
ResponderEliminarAbrazos de anís.
Pasear sin rumbo es muy agradable. Un beso
ResponderEliminarAñórados recuerdos, visto con la serenidad de esa paz interopr que todo lo hace hermoso, los recuerdos de años pasados y las vivencias suelen dejarnos un buen sabor que nos invita a escribir y soñar
ResponderEliminarPrecioso relato
Un abrazo
Esos momentos de calma y felicidad son los que más se extrañan cuando todo(s) lo demás ya se ha(n) ido.
ResponderEliminarSaludos,
J.