sábado, 22 de noviembre de 2025

La fiesta de los débiles.

 

 


 

 Nadie en este mundo ha existido una persona tan crédula como Fermín   cuya afición es creérselo todo y tomar sus medidas. Tenía supersticiones de todos los colores y a veces la gente se reía de el porque era todo un espectáculo verlo a cada momento en su afán de ahuyentar la mala suerte o atraer la buena dicha...
Pero un día recibió una nota en su casa. Llamaron a la puerta, abrió y no había nadie sólo, un sobre que abrió cuando sus ojos se abrieron de par en par y le comentaba que moriría en tres días a la llegada de la tarde. Decía así: "De esa dolencia que llevas arrastrando, todo se multiplicará hasta que mueras de dolor. Lo dice San Serafín y San Genaro pues todo está escrito según sus voluntades...Cuídate amigo Fermín todos estos días que te quedan de vida y haz obras de caridad"...
 

A Fermín el cuerpo se le descompuso durante la tarde y tuvo varias diarreas. Desde hacía dos meses le dolía una rodilla y le molestaba el costado ¿ sería ese su fin? ¡Oh Dios! ¿Por qué tuvo que descuidar su salud si ahora San Serafín y  San Genaro que Dios los tenga en su Gloria se hicieron presencia con esa nota que era la anunciación del más allá. ¿Podría Fermín detener el destino?. Rápidamente contrató los servicios médicos en un hospital privado anunciando que tenía dolencias que se acrecentarían a pasos agigantados y hasta ahora, solo tenía diarrea que en una bolsa la llevaba para que también la analizaran.
 

Pasaron dos días haciéndole pruebas y mas pruebas en el hospital privado y sus ahorros mermaban y mermaban cada vez que firmaba una factura hasta que al tercer día, el médico le anunció que no tenía nada tan sólo, un poco de colesterol. Fermín se fue sin decir nada pero estaba convencido de que al tercer día moriría sin remisión...
 

Entró en su casa deshecho. Las analíticas, la resonancia, el TAC, el ingreso durante dos días y tres noches, le costaron una fortuna pero aún tenía bastante dinero de una herencia venida de América.
 

Pasadas las doce del medio día, llegó la tarde y con la tarde su final.
 

Volvieron a llamar a la puerta. No había nadie excepto un sobrecito en el suelo que recogió con la mano temblando y en el decía: "Ha llegado tu hora y debes de donar tus bienes antes de morir. Así pues, olvida a tus familiares y amigos; déjaselo todo a tu vecino el cura que vive bajo tu casa pues la iglesia te lo agradecerá...
En un momento de lucidez, supo que clase de persona era el cura de su pueblo y se lamentó de contarle todas sus intimidades buscando el consuelo y ahora, tomó su revancha.
 

Se presentó en la casa del cura llorando como una Magdalena y le contó el mensaje de cada sobre. Le pedía consejo espiritual y el cura le comentó que todo aquello era por gracia divina. Fermín le besó las manos y le dijo que todo lo había puesto esa misma tarde en la notaría a nombre del cura. El cura parecía que se ruborizaba ante la bondad de este hombre y le sirvió un café envenenado. En un descuido del cura, Fermín cambió los cafés y el cura se bebió el envenenado. No tardó en hacer efecto pues murió en el acto y Fermín lloró viendo la maldad del ser humano y la inocencia del inocente por no tener los pies en la tierra...

 


 

5 comentarios:

  1. Hay personas insensibles o tal vez deberíamos, malas mentes perturbadoras.
    Un abrazo.

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  2. Al leer tu historia, contemplé a Fermín como un ser de candidez, un alma proclive a dejarse arrastrar por cualquier augurio. Su existencia, parece estar marcada por supersticiones de todos los matices, que ve súbitamente trastocada por aquellas cartas funestas que, con un aire de solemnidad, le anuncian un destino calamitoso.
    Lo que más llamativo es cómo su temor reverencial lo empuja a derrochar sus ahorros y su serenidad, creyéndose víctima de un designio inapelable. Y, sin embargo, la auténtica desgracia no proviene de los “santos” mencionados, sino de la ruin picardía del cura, quien, bajo un disfraz de piedad, urde un engaño nauseabundo.
    Una escena, trágico-burlesca, que revela la amarga ironía: el crédulo vence al taimado, pero no sin descubrir, con un dolor casi metafísico, la depravación que puede anidar en el corazón humano.

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  3. Una mente muy retorcida la del cura ese. Tuvo su merecido.
    Abrazos.

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