Permaneció sentado en la escalera durante largo rato y no se dió cuenta del tiempo transcurrido. Para el, la espera fué como un suspiro; como la esperanza de verla llegar desde el fondo de la calle marcando su silueta a la luz de las farolas. Eso le ocurría cada vez que la esperaba al llegar del trabajo. Soledad eran sus pasos y su nombre en el silencio de la calle... soledad de aquel portal que le recordaba su nombre y tan oscura como la luz de la noche.
Cierto era, que cuando adivinaba su espera no le hacia nada de gracia porque llegaba sucia y con olor a aceite...a ese olor tan característico de las cocinas de los bares con borrachos a los que servir. No le apetecía en absoluto que la encontrara de esa guisa. Ella trabajaba para vivir y para olvidar el desengaño de los falsos amores que da el sueño de vivir...VIVIR...!que palabra mas bonita a los veinte años y que dificil a los cuanrenta¡. El amor era un desengaño que la dejaba enganchada para llorar penas y sentir por unos instantes la sensualidad de otros brazos. El sabía que si no la abordaba de esa manera, ella pasaría pisando su sombra como quién pisa una colilla. Sabía de su amor pero tambien de los desengaños asquerosos de los hombres. No podría hablarle ni preguntarle para intercambiar los sucesos acontecidos durante el día. Aquella noche, Daniel vivía en un sin vivir y Soledad, en un vivir sin tí. De cualquier forma,los pasos de Soledad eran los peores encontrados y el corazón llevaba aquella noche el alma en pena. Daniel era un hombre que prometía y ella, que era algo coqueta, no quería que la encontrara sucia y sin perfumas con olor a merluza a la marinera. Cuando se ven las caras en el portal, el le pregunta si puede subir al piso y ella, sabedora de su nobleza le dice que sí.
Faltan pocos minutos para el amanecer y todo es silencio menos el agua de la ducha que la empapa en un mar de deseos ocultos. Sale envuelta en su toalla y el, sabe en el fondo de su ser que de esta forma en que la siente, ella puede mover el mundo si lo desea.
Se le acerca despacio y mojada, con una lagrima en sus ojos. El, con sus dos manos acaricia su cara, su cintura, sus pechos y le pregunta "¿Por qué una lagrima?". Ella le contesta: –" Es una forma de expresar mi dicha"- contesta en voz baja al oido. En su pensamiento y en sus ojos, se escuchan la pena, el desengaño, el sufrimiento que lleva su nombre..."Todo el mundo interior se me derrama en una simple lágrima yo no quiero tener contigo un desamor: Se sufre". Le pide que se vaya como se van los desamores que nunca jamás ocurrirán...
Daniel sale y al abrir la puerta, justo en la ventana del portal, cantan las golondrinas entonando canciones al nuevo día y Soledad, vuelve a llorar. Son mediados de Junio y los nidos pronto quedarán vacios. Ellas volaran lejos, alla donde la mirada del horizonte se pierde en cada atardecer...
Namyra y yo.