Hay cosas que fueron hechas para ser eternas como el alma del ser humano. No obstante, no estamos preparados para que nuestro corazón inmortal habite un cuerpo mortal. El alma se escapa por la mirada, por los dedos al escribir, por sentir con los cinco sentidos...por un momento de felicidad o tristeza. Vamos derramando quienes somos allá donde vamos y la memoria a su vez, guarda trocitos de otras almas que se cruzaron por nuestro camino y cada vez que nos reencontremos en la calle, el corazón saltará de júbilo por el recuerdo de haber aprendido algo más de tí porque sólo me diste cosas buenas. Pasará el tiempo, los soles se alzarán y se declinarán lo mismo que los imperios. Todo cambia y seguiremos siendo los mismos seres sensibles de antaño; almas imperecederas encerradas en frágiles cuerpos perecederos. Imagino que cuando llegue mi última hora, será porque mi alma es joven para estar en un cuerpo enfermo y gastado por los años. Ese día quiero estar cuerdo y pendiente de cómo viajo por los tejados, las nubes y el cielo y allí cuando vuelva a nacer, perderé todas las impurezas que arrastré en mi otra vida; abriré los ojos al nuevo día como niño inocente y preparado para recibir mi nuevo destino. Mi alma se regocijará pues al fín he vuelto al sitio del que partí, un lugar de infinita pureza.
La historia no termina. Solo habrá un nuevo comienzo que continuará mi larga existencia; la siguiente vida que se escribirá en una hoja en blanco... Mil vidas en una sola... Mil instantes en uno.
Para tí que me enseñaste tanto...
Por Erin Sunako y yo
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