Miró por el espejo retrovisor y observó, con cierta curiosidad, a la mujer que acababa de sentarse en el asiento trasero de su taxi. Aparentaba tener unos cuarenta años, pero conservaba cierto atractivo y sobre todo, un aire de distinción. La mujer, con la mirada perdida, parecía estar ausente y comprendió que sería inútil esperar a que le indicase a qué lugar se tenía que dirigir:
-Dígame, ¿Dónde la llevo?
Ella, sin apartar la vista del suelo y desde la tristeza, contestó con una sonrisa:
-Vengo del lugar equivocado, así que, por favor, lléveme a…ninguna parte-.Acto seguido, rompió a llorar.
El taxista, que no tenía un buen día, no sabía que decir. Cuando ocurrían esas situaciones tan delicadas con sus pasajeros decidía mantenerse al margen y, por respeto, se limitó a conducir. Por fin le dijo:
-Señora, hoy tampoco es mi día y si sigue llorando me va a contagiar. ¿Quiere que ponga música?, a veces ayuda y reconforta en los malos momentos-. Pero ella, rompió a llorar aún más.
Se hizo el silencio durante cinco interminables minutos, hasta que con un hilo de voz ella dijo entre sollozos: "Perdóneme pero, es que, a veces parece que el corazón se rompe. Hoy es día de despedidas, aunque también de reencuentro conmigo misma. A veces, los sentimientos se hacen tan grandes como un globo y estallan buscando una salida… Pero, ya me siento mejor, gracias. Discúlpeme, ¡que tonta soy! Con razón dicen que los taxis son confesionarios ambulantes -dijo ahora con risa nerviosa- Dígame: ¿Cómo se llama usted?”
-Me llamo Andrés -contestó el chofer-. Me ha dicho que la lleve a ninguna parte, ¿sabe que en esta ciudad hay un lugar que se llama así; "Ninguna Parte"?
La mujer, contrariada, pensó por un momento que el taxista quería tomarle el pelo, pero antes de que protestara, éste se apresuró a decirle:
–Se trata del lugar al que van los enamorados con sus coches buscando intimidad. Un sitio que no conduce a ningún otro sitio. Por eso le llaman “Ninguna Parte”-. Ella sonrió y Andrés pudo ver dibujada en su cara una mueca de gratitud.
-¿Qué música lleva usted en el coche?... Ah, perdón no se lo había dicho, me llamo Mary. Quiero ir allí, por favor, lléveme a ese “Ninguna Parte”. El taxista intentó convencerla de que aquel sitio no tenía nada de especial y que estaba bastante alejado, pero ella insistió.
El sol, las altas temperaturas y el terreno árido, convertían a “Ninguna Parte” en el escenario de una película del Oeste. El suelo estaba repleto de preservativos, botellas de mil licores y cómo no; envases de Coca-cola. Ningún otro lugar expresaría mejor la soledad y el desencuentro.
Andrés, intuitivo y preocupado, sin saber qué es lo que Mary esperaba encontrar allí, pero recordando las inquietantes palabras que ésta había pronunciado (“hoy es día de despedidas…”) le dijo con una ternura imposible de describir:
-El problema es que la mayoría de las veces no sabemos hacia donde debemos mirar. Aquí, en “Ninguna Parte” también hay belleza, pero no está en el suelo que pisamos, sino arriba donde no miramos, justo encima de nuestras cabezas, en ese cielo donde cada estrella lleva cada noche el nombre de un amor diferente.
-“Por favor -le dijo al taxista- lléveme de regreso al hospital psiquiátrico. Llevo mucho tiempo fuera y me estarán buscando”.
De vuelta a la ciudad Mary le pidió a Andrés que pusiera cualquier música que le recordara ese lugar. Él no lo dudó ni un instante...Charlie Haden y Pat Metheny tocaron "Spiritual"
Con un corazón enfermo que se burla del destino, Mary, por primera vez ansiaba retomar una vida digna, acariciar con detenimiento dos segundos de realidad y salir como fuera de ese hospital con sabor a Haloperidol con Akineton Retard. Antes de bajar del taxi le pidió a Andrés que le pusiera una última canción, esta vez en castellano. En el CD se escucho la inconfundible voz de Luz Casal: "Cuanto más bella es la vida, más feroz es su zarpazo. Cuantos más frutos consigo, más cerca estoy de perder. Por una caricia tuya toco el cielo con las manos...”
Mary volvió a llorar, sentía que acababa de encontrar algo de esperanza en las palabras de Andrés, justo allí, en “Ninguna Parte”.
Paul y Mary
Quizas ese sea nuestro destino, Ninguna Parte y no lo sepamos.
ResponderEliminarPero solo es un quizas... demasiado condicional.
Besitos vecino.