Aquella noche Bob Nelson estaba sentimental con el contrabajo. La gente quería un jazz más superficial, algo que les sacara de su depresión diaria pero Bob arañaba las cuerdas como un perro viejo cansado. George estaba apoyado en la barra muy pensativo y mirada viva, planeando de qué manera sacaría el jugo a la noche. Los habituales del club, Paul, Preston, Jim, Thomas, Nick...parecían ausentes. Morrison tocaba el saxo a las ordenes de Bob y Carl tocaba el piano pensando en qué manera pagaría la pensión del mes. Las lluvias de febrero se prolongaban en marzo y el olor a humedad, cigarrillos, porros y alcohol, se mezclaba con el edor nauseabundo de los sevicios. Susan buscaba detrás de la barra al amor de su vida y pasaban los días y muchísimas noches sirviendo copas infestadas de malas proposiciones.
Eran las seis de la madrugada. Aquella noche había pasado sin pena ni gloria. Los músicos ya se habían marchado menos Bob. Bob era un hombre oscuro que hablaba a través de su contrabajo y Susan siempre quiso saber de el. A veces la noche es confidente de lo que nunca se cuenta y en lo más inesperado, el corazón habla en la palma de la mano.
Susan puso una raya de coca en un sobre azul diciendole a Bob que era de la buena ( palabra de George ), que solo debía de aspirar y aspirar pensando que ese papel era el cielo y la raya, una nube almidonada. Susan era de las mujeres que no se acobardaban en la mirada y nunca rehuía de las pupilas más valientes. Bob sin embargo era tímido y hombre de pocas palabras que adoraba la soledad y la noche. Los pechos de Susan pareceían que iban a reventar cuando descansaban sobre la barra y eso a Bob le ponía nervioso.
Ella sonreía al ver su gesto y le dijo...
- ¿Las quieres tocar?...Estas son pata negra como tu música...Anda pon tu mano aquí, verás como late mi corazón.
Bob ardía en deseos. En su frente brillaba el sudor y Susan tenía morbo por los hombres como el. A Bob nunca le gustaba que nadie dominara en sus sentimientos y a pesar de su timidez, solía decir la verdad a la cara. Susan tenía un sexto sentido y se puso a llorar sin saber bién el motivo...Bob le dió su pañuelo y ella enjugó sus lágrimas pensando que se había equivocado otra vez. Perdona -le dijo- a veces confundo el deseo sexual con el amor y me llevo desengaños. Te juro que no soy así. Bob sonrió y valoró aquella sinceridad.
- A veces los pasos perdidos son los mejor encontrados. No olvides que el deseo sexual y el cariño van unidos pero yo valoro mucho más mis sentimientos. Quizás la persona más inteligente de esta vida es virgen.
Susan sonrió por aquel comentario y Bob a las 6.30 acercó sus labios y la besó...
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