La simplicidad no está reñida con la originalidad. Desde hace mucho tiempo busco la sencillez y no se como encontrarla. Me complico la vida y pienso que llegar a ese punto de partida es poco menos que un imposible hecho realidad por unos pocos. Cuando tengo presente tantas cosas bonitas que rondan en mi cabeza, parece que casi todo parte de algo tan simple como profundo es el sentir. La belleza llega a nosotros por diferentes caminos y cuando la percibimos no es nada complicada. Deseo a veces ser una película fotográfica que lleva impresa la firma de una imagen eterna, ser un CD virgen donde imprimir la melodía de mi vida, decir con mis propias palabras la resolución de una duda que arrastro durante años...en definitiva, quiero comprender lo más difícil desde el lado más sencillo. Hay momentos en que la vida se nos desnuda tal cual y la devoramos con placer pero en cambio, si no asimilamos el mensaje todo se nos escapa.
Hace unos días llegó a mis manos un disco precioso. En cuatro notas ese músico trasmitía la belleza escapada por sus dedos en un piano. La magia del sentir se hace presente en muy pocas notas cargadas de arte. Hay noches que me roba el sueño una melodía y en este caso fue Ludovico Einaudi y Ballaké Sissoko. Wim Mertens tienes hermosas melodías pero cuando escuchas a Ludivico puedes tener por seguro que la sencillez no es una quimera. Este disco mezcla tintes africanos con el inconfundible estilo de Ludovico. Por un lado un instrumento llamado kora y por otro el piano...solo eso. En principio, toda melodía pausada y sentimental puede llevar algún tinte melancólico pero hay temas en este disco que por esa magia del autor, solo refleja optimismo, alegría y ganas de vivir. Escuchar este disco es un lujo para el alma porque sin saberlo es reflejo de nuestro corazón...así somos nosotros.
Doy fe de la belleza de esta música.
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