Mi querido habitante:
Tú que eres tan cercano a mí y a todo el que te busca, apareces rodeado por una vaya con pinchos ladeados... Aún no te dan libertad. Esperas y esperas con la frustración del que se desespera viendo lo que pasa. La senda del tiempo casi te curó las heridas y la lluvia te quitó la sangre ya reseca.
¿No te acuerdas cuando me hablaste aquel día? El buen humor que tenías y lo optimista que eras. Recuerdo cuando yo me sentaba en aquella capilla (en el último banco) y te contaba mi vida y mis problemas sin esperar respuesta. Pero de cada conversación salía como nuevo. No sé qué me dabas. Hoy tu fotografía me dice que llueve sobre mojado para el artista que te modeló...pero me resisto a creer que esa es tu actitud frente a la vida. Abriste las puertas de mi noche y la sabiduría que deshilabas se impregnaba en mi corazón. Sentía que me querías y ya nunca jamás he temido de ti. De sobra sabes que no soy santero ni devoto de las iglesias y curas... que sólo creo en ti y a ti te espero. No conozco tu voz pero sí el idioma de tu corazón. Soy afortunado en ti.
El día que nos volvamos a ver, mi noche se abrirá de nuevo; ese fondo de mi corazón que tan en silencio está y que llenas de luz.
Lo más bello de este mundo está delante de un madero y a la vista de quien lo ha sentido, o sólo tiene fe en Dios, porque sabe que él, está en él.
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