martes, 31 de julio de 2012
De cuando era niño ahora
La luz de la última luna anunciaba sombras. Los gatos en celo se peleaban en los contenedores de basura, los perros lejanos, aullaban al silencio como si su soledad fuera algo defendible...
Comenzaban las noches largas de finales de otoño. La tristeza brotaba como manantiales de sentimientos infinitos; de recuerdos que traspasan el alma de los seres vivos. El silencio de más allá de la oscuridad, se llenaba de pequeños ruidos y Daniel, se escondía debajo de sus mantas huyendo de viejos fantasmas. La imaginación se volvía en su contra avivando temores fantasmagóricos de viejas historias que se escuchaban entre los niños. Su sensibilidad, se convertía en un hondo camino donde circulaba el miedo mucho más allá de donde nacen las palabras. Los piececitos se encongían cada vez más y más temiéndole a los oscuros pies de la cama, no fuera que alguien le arrastrara.
¿Qué motivos había en la vida para tener miedo por las noches?. Parecía cada oscuridad como una cadena perpetua de imágenes fantasmagóricas que poblaban su corazón. La duda de lo incierto era pasto de sus inseguridades. Ser consciente del bien y del mal para no discernirlo en el entramado de la jauría humana, le creaban una sensación de plena impotencia. Sin duda existía alguna explicación para madurar a toda prisa pero eran tan lejanas las metas y urgente su prisa por crecer...
Daban las una en el campanario del ayuntamiento. De lejos se escuchaba un cuco infatigable contando los segundos que separaban a cada "cu-cu" y como siempre, pasadas las una de la madrugada, el sueño lo vencía para un nuevo amanecer...
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