jueves, 12 de septiembre de 2013
Eterna infinita
"Tu nombre se enreda en mi pensamiento"...Así comenzaba su carta eterna...
Como gotas de lluvia enlazaba, torcía, anudaba, retenía, abrazaba sentimientos ausentes de palabras. Volaba como las últimas golondrinas que buscan tierras cálidas; ahuyentando fríos color pasión de su pecho...
Pero volvía a pensar en ella a cada minuto, a cada instante; a cada amanecer con su eterno atardecer; con horas perdidas sin final feliz. Cómo cesar y ponerle freno a lo que no se puede domar si el corazón exige lo que manda.
La emoción de sentirla muy adentro. El placer de evocar cosas jamás olvidadas. La voluntad que significa la vida diaria sin estar con ella. El aroma de su piel y su sudor mezclados con la saliva. El sabor de sus lágrimas eternas como el mar salado. La de veces que le decía:"Quédate un poquito más, anda"...El trago más amargo cuando se baja la mirada y sólo ve el suelo; la fría soledad que se expande donde no llega la palabra; el dolor que parecía ajeno...
La poesía sin duda abre heridas. Una terrible mezcolanza de otoño y verano, de sentimientos perdidos sin lugar ni origen. A veces es preferible no nacer o morir para siempre en momentos determinados. Tan lejos, tan lejano y tan solo como está Córdoba lejana y sola. En un atardecer junto al río Güadalquivir...perdido en luces plateadas de atardeceres con tres culturas. Aguas cansadas en meandros como tu recuerdo; tan lejanas y solas del amor cuyo nombre se enreda en el pensamiento...
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