domingo, 22 de marzo de 2015
Culpable
Los gendarmes tocaban el tambor en una plaza llena de berduleras, bagabumdos, sirvientes, pescaderas, soldados llenos de mugre y un sin fín de picaruelos dispuestos a robar al más crédulo. Los tambores en su estridencia daban notoria seriedad a mi ejecución.
Al amanecer el cura me dió la bedición y mi madre se abrazó a mí llorando para darme una loganiza en mi última comida...Los guardinanes al pasar por mi reja, se mofaban de mi con gestos grotescos que anunciaban mi decapitación. Yo temblaba en medio de delirios de culpabilidad pues, había sido condenado por el hurto de una burra.
Subiendo la escalinata que me conducía a la guillotina, llevaba en mi frente la cruz que con agua bendita aquel cura me dibujó. Me estaba cagando no sé si por las fabes de prisión o la longaniza de mi madre...
Bruscamente, el verdugo encapuchado me puso la cabeza en el artefacto que me decapitaría. El honorable juez con voz energica pronunció mi pecado de hurto mientras el populacho indicaba con el pulgar mi ejecución...Recuerdo el olor a sangre que tenía el madero pues era época de ejecuciones debida al hambre despues de una guerra sangrienta...
Los tambores redoblaban con los pedos de miedo que me pegaba...y a la caida de la cuchilla, pegué un salto de la cama y me abracé a mi mujer pidiendo clemencia...y me dijo: "Pepe, no sé con lo que has soñado pero como te vayas más de vientre, te juro que me divorcio"...
Ostras! Y yo sufriendo.... y, afortunadamente solo era un sueño!
ResponderEliminarMe has hecho reír, después de sufrir.
Una lluvia de besos
Al inicio el escrito me parecía un cuento histórico tipo la Catedral del Mar, el final impredecible... últimamente parece que los escritos escatológicos se te dan bien jejejejj
ResponderEliminarUn abrazo afectuoso
Menos mal que sólo era un sueño..ufffffffffffff
ResponderEliminarY es que venimos bastante "gaseosos" desde relatos anteriores... cómo no soñar con ello!!!!
ResponderEliminarjajajajja!!!