jueves, 7 de mayo de 2015
Aprendiendo a volar
Siempre caminaba detrás del ruido, desde pequeñita...Escuchaba a todo el mundo con importancia pero no escuchaba su voz, la más pura. Su razón se mareaba en una noria dando miles de vueltas a las cosas que le decían y muchas no las comprendía. Soy tonta se decía infinidad de veces hasta crearse un complejo de inferioridad. Sus padres no tenían dinero y ella vestía ropa que no estaba de moda y tenía unas gafas que la hacían fea mientras que sus compañeras, llevaban el último grito; por ello se sentía fea y de poco atractivo. Era romántica e inteligente en saber apreciar el alma de los hombres pero ni de hasta eso era conciente. Escuchaba a todo el mundo y le hacía pensar en cosas increíbles a cerca de filosofía pero, ni eso valoraba...Escribía versos hermosos con una sensibilidad de artista nata y relatos maravillosos que rompía por no darle valor.
Su pueblo era pequeño para expandirse. Su universo era su mundo interior que no valoraba. No conocía la autoestima ni aquella voz tan profunda que le indicaba el camino...Era obediente según las normas que le dictaban sus padres, maestros, amigos, vecinos, todos menos ella que carecía de virtudes por considerarse tonta.
Poco a poco su salud mental se deterioraba sin saberlo. Sufría desequilibrios emocionales hasta tener crisis de angustia por tonterías, según sus padres sin importancia y ella no lo tenía claro, como siempre desde siempre...hasta que un día perdió la cabeza y comenzó a decir disparates de los que todo aquel que la aconsejaba, se mofaba al escucharla...entonces la llevaron al médico.
Pasaban los años con mejorías lentas pero sólidas. Su médico era su mejor amigo y poco a poco ella tuvo noción de la realidad, de su realidad. Observó cómo la vida le sonreía fuera del ambiente donde se crió pero, era tan poquita cosa dentro de un universo donde vivía... Su médico la educó y le enseñó cosas inimaginables para su razón y, se hizo una mujer hermosa y deseable...
Pasaron los años y ya madura, tuvo una hija. La educó en libertad como una prolongación de su vida y lo crean o no, esta mujer, fué feliz por valorar esas cosas que debemos de descubrir al mirar y apreciar las cosas de nuestro corazón...
Para Alondra.
La educación siempre marca de alguna forma a los personajes. Una historia de aprendizaje y mucha fuerza de voluntad.
ResponderEliminarY con final feliz ¿qué más se puede pedir?
Saludos afectuosos
Una historia triste, pero con un final feliz. Recuerdo mi infancia, me sentía un patito feo, pero supe llevarlo con dignidad. No hay duda de que la buena educación es fundamental. Un beso
ResponderEliminarUn precioso regalo este cuento, aunque triste, con un final feliz.
ResponderEliminarHay que aprender a amarse.
una lluvia de besos