La ventana de la imaginación estaba llena de misterios. Sin una razón especial las cosas sucedían y se adornaban en mi cabeza, eran las historias más fantásticas. Desconocía la razón de las cáusas a través de las cuales una persona se ponía enferma, tenía un periodo de convalecencia y moría el día menos pensado...En casa de mis amigos o en la mía propia estaban los abuelos con sus achaques o enfermedades de nombre inventadas como por ejemplo "el miserere" o tantas dolencias debidas a males mágicos por culpa de un mal de ojo...La gente moría por causas poco justificadas y a veces se hacía memoria en la familia porque su padre o su hermano terminaron con la misma enfermedad.
Recuerdo en mi ignorancia a la gente que se le iba la cabeza contando historias graciosísimas cuando los escuchabas o los suicidios de gente normal y corriente que se ahorcaban en sus casas o en el campo con sus noches eternas de vigilia vigilando mi habitación y los ruidos misteriosos de mi casa...Piernas cruzadas y dedos cruzados mientras dormía por miedo a Drácula o, arropado hasta la cabeza cuando ví La noche de los muertos vivientes. Ignoraba por ejemplo el por qué se le encendían las luces rojas a un coche sin pulsar ningún botón o cómo podría ser el casamiento de una vaca lechera con un toro...
Mi abuelo me contaba cuentos increíbles y hasta había abladurías entre los chiquillos de mi calle acerca de gentes misteriosas que poblaban los campos. El mundo de aquel niño era algo completamente fantástico; alimentado por una imaginación que aún conservo hoy.
Bañarse en los recuerdos y volver a esos momentos me crea un halo de melancolía. Todo lo irreal poblaba mi cabeza con miles de imágenes que me suceden ahora mismo. El mundo se abría tal cual como una caja de Pandora... Se descubrían refrescos nuevos como los polos flash y los Donuts, los chicles o las series de televisión tanto esperadas una vez a por semana. Bañarse en el Rio Anzur con aventuras que ahora no hacen los niños...Retazon de mi vida infantil desfilan como una película cuyo protagonista principal, era yo.
No se olviden de sus hijos si los tiene y cuéntele esas aventuras además de escuchar las suyas. Pregúntenle cosas con ínteres sobre lo que les rodea y si pueden, dejen que ellos por sí solos descubran la verdad de las cosas...será fantástico meterse con la experiencia vivida en el pensamiento de un niño. Háblenles y escúchenlos.
No hay palabras más puras y sabias que las de la inocencia.
ResponderEliminarUn beso
Me gusta este texto lleno de emociones de un alma que busca
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