martes, 14 de noviembre de 2017
La vida sale al encuentro
Algo dejó de funcionar. Los días eran los mismos y sus emociones latían con su corazón. El sentido de la vida se le mostraba multicolor respirando a vida a cada paso, a cada mirada, a cada pensar...¿cómo podría dejar de vivir en un futuro próximo si era feliz en toda la extensión de la palabra?. Si sólo eran unas ausencias mínimas y un dolor estúpido que dejaba de joder en un suspiro.
Se levantaba muy temprano y tenía todo el día por delante para hacer y deshacer como cambia una paloma en el vuelo. Los días se perfumaban de tierra mojada cuando llovía o el azul del cielo cubría sus pupilas tan intensas como su color favorito. Tenía dinero, tenía auto y hasta una moto, tenía la voluntad de seguir viviendo a pesar de aquella enfermedad que le recordaba un final para ese alguien que, se amaba y amaba cosas simples que quizá se perderían poco a poco...
A veces se asomaba al balcón de su espejo. Recorría su cuerpo desnudo con las costillas ya deformes pero la mirada intensa. Se guiñaba un ojo y paseaba por los parques, tomaba café en cafetería Aromas, iba al Corte Ingles y se compraba cualquier cosa con la ilusión de un niño...Cogía su moto y se iba a pasear a la sierra para ver la puesta de sol y allí, en silencio, respiraba aire sano y sentimientos que lo afianzaban a esta vida con la pena de estar solo, el hombre más solo del mundo...
Una mañana despertó y no sabía donde estaba y una pierna estaba dormida. Media hora después ya se ubicó y podía caminar. Sus pasos por la ciudad estaban llenos de preguntas sin respuesta y hasta tuvo miedo. Visitó a su médico y lloró a lágrima viva por su desdicha y el médico lo calmó, lo tranquilizó y le recetó más pastillas.
La Navidad se aproximaba con la sensibilidad a flor de piel. Llamó a los amigos y a los compeñeros de trabajo. a sus padres que no sabían que le pasaba y a sus dos hermanos. Todo el mundo se le volcaba en su valía personal y sólo el sabía que se estaba muriendo...
Aquella parálisis y aquellas ausencias se hacían más notorias. Aquella era una ciudad muy hermosa. Todavía caminaba con bastón, compraba fruta a la chica mas bonita de Cordoba y le dió por entrar en la Iglesia de San Nicolás. Allí hablaba con Dios de rodillas y con el rostro cubierto para que nadie lo viera llorar. Sobre las 1 tomaba unas copas de vino que es bueno para el alma cuando se busca consuelo....y dormía largas horas de siesta con la televisión encendida en el programa de Juán y Medio...
Pasó más el tiempo hasta comenzar a decir disparates. Cuando se daba cuenta se odiaba y se maldecía hasta caer rendido. Ya tenía un residencia para que lo cuidaran y se puso en manos de gente especializada que dicen cuidar enfermos...
Cerró su casa, cortó el gas, cortó la luz y el agua...Con una maleta fué a pedirun taxi y le pedía a Dios que se lo llevara cuanto antes mejor.
Sin mirar cruzó un paso de cebra y un claxon enbrutecedor lo atropelló en el centro de Córdoba. Antes de morir en los brazos de un policía nacional, miró al cielo y dió las gracias a Diós por haberle ofrecido la vida que le dió en el cuerpo que habitó...
La vida es muy corta.
ResponderEliminarUn beso.
Intenso relato.
Inmensidad total.Pena,y tristeza.Alegría por no sufrir más de lo justo.
ResponderEliminarMuy fuerte para mi ,pero real .
Me has hecho pensar y REcordar.
Besucos
Gó
Una historia terrible y tan real. Un beso.
ResponderEliminartierno ,real y lleno de emotividad no sobra ni un apice del aliento que Buscador das al texto que cobra vida y donde al final se cumple como la esperada sal un revolotear de matices en que la parca es habil ,me encanto leerte con mis saludos . jr.
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