Érase una vez un hombre pegado a su nariz...escribía Quevedo.
Érase
un hombre perdido que no se encontraba por vivir en la mentira.
Intentaba ser lo más sincero posible pero parecía el peor embustero.
Caminaba este hombre preso de la falsedad mas en su corazón, todo se
sufría echando en falta lo autentico. Sufría cuando tenía desengaños con
alguien y sufría también cuando de sus palabras brotaba lo incierto....
La
mentira era pura inseguridad en su presición. A cada caida, una herida
del corazón y de esa manera hasta tener una edad avanzada en que nada
tenía su atino. Por debilidad mentía sobre cosas poco maduras y por
intringulis de la sospecha, se curaba con mentiras imaginativas. El
sentido de la realidad estaba perdido como perdida estaba su razón
evasalladora de mentiras....Por culpa de la mentira su vida interior no
se expandía limitándose a su pobreza de espíritu....Sufría enormemente
sin personalidad definida pues recogía en su corazón todos los defectos
del mundo como una esponja seca el agua; su verdad estaba perdida,
dormida, dolida, ausente....
Por cosas de la soledad y el silencio, se dedicó a orar para hablarle a Dios de sus pesares y de cómo se gastaba la vida sin saborear su fruto; se snetía bién por dentro como quién descarga un tremendo lastre a cada golpe de sinceridad. Fué conociendo sus sentimientos y el corazón lo llamaba en su silencio...al principio, la mentira del miedo lo atosigaba y la mentira de la mentira, lo agobiaba pero en un acto de valor, su conciencia lo puso a un paso y un empuje al vacío del silencio: entonces halló su confianza en si mismo y su vida, cambió. De todo lo vivido en su vida preso de la mentira, resultó ser sabiduría pues en su memoria se guardaba todo lo aprendido. Nada era desperdiciado gracias a la verdad; hasta el conocimiento de los peores defectos y en juegos de su seguridad, la vida se volvió liviana; llena de belleza donde su alguna vez existió la mentira, todo lo conquistó la verdad...
Colorín colorado, este cuento se ha terminado.
Nota del autor:
La oración no es necesaria para la confianza con uno mismo pero si se hace, es muchísimo mejor.
Buscador.
Buscador, creo que la mentira es la herida más grande que alguien puede hacer, porque el mentiroso vive preso de sus propias mentiras y llega a creerselas como realidades. Además al embustero/a se le conoce enseguida, ya nuestro inmortal Don Quijote decía que se coge antes a un mentiroso que a un cojo, o las mentiras tienen las patas muy cortas...
ResponderEliminarSe debe tener una memoria inmensa para recordar lo que dijo en cada ocasión y a cada persona.
Su cuento, tiene un final feliz, porque solo cuando estamos dispuestos a cambiar y más reconociendo lo que cada persona tiene de defectos, se logra y más si en este recogimiento interior, se dialoga con la parte divina que todos tenemos como hijos de Dios. Muy bello final.
Un abrazo con cariño.
Ángeles
La mentira hiere, más que al que la escucha, al que la pronuncia, dicen que la vida no es complicada, que somos nosotros quienes la hacemos así, tan sencillo que es avanzar sin el grueso caparazón que vamos acumulando.
ResponderEliminarUn abrazo, un placer