Al borde de mis precipicios, el mar canta mi canción. Cierro los ojos y me dejo llevar por el rumor de las olas; intentando atrapar un sentimiento que se diluye en las profundidades como la ola del amor...Solo en esta playa, estoy ausente de aquella mujer que se repite en mi imaginación como maldición de la que no puedo escapar...y las olas siguen y siguen en mis oidos como una canción italiana que entrecorta la respiración.
Ajeno y lejano, el sol ya se olvidó de mi, pero tengo frío, frío de soledades y de intimidades que me martirizan repitiendo su nombre en cientos de rincones de esta playa. Lejos se escuchan los coches y el faro del puerto me indica el camino a casa. La brisa me arropa, la luna me ilumina y alguna estrella tan lejana y sola como yo, mira para Córdoba donde ella y el Guadalquivir cantan la canción más triste...Un barco toca el claxón grave y una chimenea de humo de gasoil ensucia la claridad de quién se pierde en el horizonte buscando un no se qué...Tengo frío. Me revuelco en la arena perfumado de llanto y ella, en Córdoba lejana y sola, puebla sus sueños con el mar pleno de arpegios de amor; esperando sin desesperarse en un patio de naranjos...
Me pregunto qué cosas nos depara el destino si los sueños se mezclan con la realidad y todo forma un amasijo donde el caos, solo tiene una explicación simple. Ella, de mirada clara y de estelas plateadas cruza el puente romano, cuado el vuelo de su falda se levanta en olas como el mar...
Leer -y escuchar- este post es toda una experiencia.
ResponderEliminarTe doy la enhorabuena por esta conjunción de belleza, por tu arte.
Saludos.
Cuánta soledad del alma...
ResponderEliminarcuanta añoranza!