martes, 21 de agosto de 2018
Una lágrima en el pañuelo
Paul no soltaba su mano y ella se quería marchar... El tren lanzaba vapores mezclados con humo. Aquello era un ir y venir de gente en plena estación de Córdoba... Teresa soltó una lágrima y le dijo que no se llamaba Mary. Paul le dijo: yo me llamo Domingo.
- Aún así, Paul, no trates de entenderme, soy demasiado complicada y poco o nada previsible. Los silogismos conmigo se convierten en sofismas… Y sobre todo y ante todo quiero y debo ser leve.
Mary soltó su mano y Paul cerró el puño para retener aquella calidez; como si algo fuera suyo ahora; como si el corazón de aquella mujer se hubiera quedado impregnado en la palma de su mano y viviera en ella durante unos segundos. Aquellos labios, fresas en una película en blanco y negro, le decían el adiós más definitivo. Un final esperado porque Paul, hombre cabal, sabía de las fronteras de la amistad.
El silencio empañó la estación. Mary dejó el pañuelo en el suelo para que el viento se hiciera cargo de toda la soledad y subió al tren. Pero la despedida no podía ser definitiva, porque lo que dejaba a medias jamás cesaría de rondar en su cabeza. Las ruedas de la vida se movían con el tren, y con ellas el corazón de quien lo deja todo en Córdoba.
Lejos, en la distancia, un niño corría detrás de un pañuelo.
Buscador y Sirena
Hola.
ResponderEliminarAl final, aún que da un halo de esperanza. Un adiós no es nunca algo definitivo pues todavía queda algún paso que dar.
Me ha gustado mucho esa prosa poética.
Besos.
Hola Buscador , me a gustado el relato pero tengo que decirte que me quedó con un poco triste por Paul , no crees que debería ir a buscarla en un futuro .
ResponderEliminarGracias por volver a pasar y contestar a mi comentario , se de obras que eres un hombre muy respetuoso y eso es una gran virtud en una persona como tú , me alegro de haberte conocido y que seamos amigos blogeros .
Besos de flor .
Es muy romantico, siempre queda ese... y si... pero la vida continua, un abrazo feliz!
ResponderEliminarMe gusta ese regusto a melancolía que rezuma el texto. Ese pañuelo tal vez, perseguido por el niño, llegará a ser ese testigo mudo de un cruce de caminos.
ResponderEliminarMe gustó mucho. Un abrazo
AL final, un halo de esperanza que suaviza la melancolía
ResponderEliminarUn beso
El más poético y sensible de los buscadores.
ResponderEliminarEnhorabuena.
Precioso... muy romántico y bonito.
ResponderEliminarMuchos besos.
Desencuentros a razón de un conflicto que desconocemos pero que se ve aderezado por una falsa identidad. Buen inicio para una historia prometedora. Saludos jueveros!
ResponderEliminarUn texto hermoso, muy romántico, ribeteado de melancolia.
ResponderEliminarQue tristeza que no se le hizo a Paul, pero quizá, más adelante, se vuelvan a encontrar.
Saludos
A veces nos quedamos impregnados en un instante que se vuelve eterno.
ResponderEliminarUn saludo
Me gusta eso de que las despedidas no son definitivas.
ResponderEliminarUna despedida para, quizás, nunca encontrarse....¿quienes son, si se ocultaron detrás de otros nombres?
ResponderEliminarBesos
Pues veo traslucir la esperanza en tu escrito, romantico y triste a la vez. Y no veas lo situas en la estacion de Cordoba la ciudad que más añoro. Besos.
ResponderEliminarMuchas veces, a pesar de la poética manera que vemos la vida,muchas veces,las despedidas son para siempre...A menos que los sueños cuenten como reencuentros...triste y hermosa historia...besos
ResponderEliminar¡Hola! Me ha gustado mucho este escrito, tanto por la emotiva historia como por la manera del contarlo y el estilo.
ResponderEliminarLeyendo el principio, con lo de los nombres, se me escapó una sonrisa, muy bueno.
Y ese final del niño tras el pañuelo cierra muy bien la escena.
Un saludo :)