Un día alcancé la dicha. Cada segundo tenía su sentido y mi alma florecía con raices puestas en la tierra...aquello tan solo duró unos minutos. La sabiduría rozaba la perfección, el buen atino se colmaba de dicha. Sin embargo la plenitud se avaporó con el viento de poniente y ahora, pasado un tiempo, la memoria intenta desgranar esa gloria que siempre fué eterna en un corto intervalo de tiempo...
Los instantes así hay que disfrutarlos, porque recrearlos suele ser difícil :-)
ResponderEliminarUn abrazo
La dicha es muy efìmera. Un beso
ResponderEliminarAprovechar el buen momento, esa es la cuestión.
ResponderEliminarLo puedes revivir con los recuerdos.
Un abrazo.