Esta noche, el cielo se puso un sombrero triste. Llueve agua con barro del desierto y el recogimiento de mis vecinos es temprano. Mi escritorio tiene una puerta que da a la azotea. Un perfume a tierra mojada inunda mi nariz y cala hasta los huesos del corazón... La placidez, la agradable temperatura, el silencio y el canto de un mochuelo, dejan mi mente en blanco esperando no se qué. La oscuridad del cielo es un pozo sin fondo que me hace soñar y a lo lejos casi a lontananza, las luces de un coche marcan la silueta de una curva...Unos perros ladran en un patio, un vecino que quizá está sordo conecta la televisión con un volumen alto y mi vecino el gitano vuelve a alzar la voz en una pelea con su mujer. Todo es cotidiano. Ya no hay fiestas ni vacaciones cuando la rutina se acerca y yo, en medio de la nada de mi azotea, paso página a este día de finales de agosto.
Vuelvo a escribir a la nada como si la nada fuera el eslabón perdido del infinito...