He tomado tus bracitos que no se doblan como el junco en el viento. Miro tus ojos inquietos a todo lo que te inquieta y ahora estas de nuevo en Rute; en tu casa. Cada día te apagas un poco más y Antonela ya está rendida con su trabajo de profesora además de dar su salud por tu bien. Ya no sabes si estas en Rute o en Antequera pero ansías estar en tu casa en la lejanía de Antequera porque no es tu hogar. Cuando me hablas respiras paz con tu Virgen del Socorro y también tienes una espiritualidad que nunca conocí en ti. Tienes planes de futuro, ganas de seguir viviendo y tus hijos somos realistas porque tu final es como un tobogán donde todos vamos a parar al suelo tarde o temprano. Tu piel es blanda, tu sonrisa, tu mirada, tu torpeza y mi corazón te sigue cuando me hablas aunque sea por un delirio... Te quiero en silencio pero te quiero y tu lo sabes. Existe entre los Porras un cordón umbilical que une a todos los hijos con la madre. Siento tu calor cuando me das la mano y eres tan frágil, que lloro porque mis silencios se hacen palabras en este blog...
Me recuerda los últimos años de mi madre. Un beso
ResponderEliminarMientras que hay vida, hay esperanza. Esas manos nunca las dejas solas, ella lo agradece y es la compañía que más necesita, el calor de sus hijos. Un beso.
ResponderEliminarEse tobogán de la vejez puede ser ser duro, pero sobre todo para quien acompaña a ese ser querido.
ResponderEliminarEstá en paz, y eso es lo importante. Un abrazo, amigo.
ResponderEliminarMe has recordado a mis padres...texto tan real como bien expresado.
Un abrazo.