Ella no sabía que es lo que había mas allá de su ciudad. Su corazón puro le hacía ser noble para todo y nunca protestaba. Besaba a todo el mundo como quien ve a un ser querido después de décadas en ausencia...Sin embargo había quién se reía de ella y quién la ignoraba por ser diferente. En su centro tenía amigos y profesores; gente que la enseñaba a valerse por si misma fomentando todas sus cualidades. En casa, su vida era la ventana que daba al parque. Su madre ya estaba mayor y ella contaba con 45 abriles. Sus hermanos ya se casaron y sus sobrinos apenas la llamaban como quien llama a un amigo para salir a dar una vuelta. A veces lloraba por cosas que surgen en el corazón; tristezas de saberse diferente cuando en su centro si la respetaban tratándola con cariño. Ya hace 5 años que se enamoró y tres desde que no lo volvió a ver...Al parecer enamorarse tiene su precio y la familia de Ramón no quiso esa relación. Los dos se querían; se sentaban juntos a comer, a ver la tele, a decirse te quiero, a tomarse de la mano pero, su familia no la aceptó. La resignación se hizo su amiga para muchas cosas...Cada día, una chica la llevaba al centro y ella decía que sabía ir sola; que la dejaran ir a la escuela sola pero, nunca la dejaban. Llegaba septiembre después del caluroso verano. Estaba ilusionada por ver a sus compis y a sus profes. Lo primero que preguntaría era si ese año estaría Ramón.
Bajó por la calle de La luz, a la vuelta de la esquina estaba la Plaza de La Trinidad y al fondo, la calle del Fresno. Justo al final estaba su escuela pero, en la acera, había una muñeca rota y ella detuvo su marcha. La tomó entre sus brazos y le acarició la melena. La chica se la quiso quitar para tirarla al contenedor de basura pero se negó como nunca se había negado a nada. ¿Pero, porque la quieres si está sucia y rota? le dijo su acompañante y ella dijo: Porque es como yo.