El tiempo pasaba más deprisa que los años. El recuerdo la perseguía por todas partes llevándola de aquí allá como vuelo de golondrina en primavera; tropezando su mirada en cientos de pupilas perdidas de otro tiempo, buscando la expesión de unos ojos irrepetibles... Como cada día, hora, minuto o segundo, aquel romanticismo obsesivo la adentraba cada vez más a las puertas del sueño y la noción de la realidad, se fundía con sus recuerdos.
El final de un amor que nunca se termina, se puede prolongar y desembocar en las puertas de la locura. Su pasión aumentaba hasta sentirse desgraciada por no tener lo que merecía. La imagen de aquella persona, volaba por su mente formando una unión que desembocaba en los pensamientos más absurdos. La vida, se convirtió en una maraña de sentimientos e imágenes tan difíciles de controlar como esa mirada cristalina que se convierte en lágrima.
Como cada atardecer de primavera, sus pasos llevaban el latido del corazón por un parque lleno de naranjos con olor a azahar. Los rayos de sol jugaban con las ramas de los árboles y en el horizonte, un rojo pasión contaminaba el cielo más enamorado como hace un día, un mes, un año, desde entonces... para siempre.
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