Abrazado al recuerdo, esta nostalgia vive a pulso de corazón como si fuera gemido de placer. Son imágenes que van y vienen; sentimientos que me embargan y me llevan a lo sublime; a lo que un día existió viviendo en mí de alguna manera.
El calor de la tarde funde mi mirada con el sol y una música arranca mi emotividad al compas de un violín. Huyo de donde no puedo correr; como quien no quiere su negra sombra de cuyo nombre florece la melancolía... De un golpe me repongo y de otro caigo. La cuerda floja del recuerdo se asocia a los sentimientos entrelazandose y bailando al son de esta melodía oriental.
El humo de mi barita de sándalo se retuerce dibujando en el aire filigranas imposibles de tocar; acaricia mi mirada y estimula mi imaginación adivinando figuras del pasado que se mezclan con sentimientos de niño perqueño. Escucho los ecos de ese tiempo y de un golpe, ese violín, vuelve a acariciar el sol, la melancolía y la nostalgia, la emitividad de ese mi niño que vuela tan libre cual perfume de barita de sándalo...
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