miércoles, 8 de agosto de 2012
Las lágrimas del pecado
Mi abuela solía mencionar que el pasado ya pasó y que no debería de avergonzarme por nada de lo que viví. Solía decirme que siempre había que mirar hacia adelante, porque los errores, muchas veces son fantasmas que no existen como tales. Mi sensualidad se hizo fuerte y sin fronteras a cada oleada de placer que comenzaba con mi pecho derecho. Mis areolas eran puntas de flecha hacia el cielo de los sentidos y, así hice. Lo más erótico y maravilloso eran mis orgasmos libres de prejuicios; absurdos de pecados banales que coartan la libertad sexual de quien los busca.
Cada noche pecaba enamorada. La sensualidad de mi corazón hambriento se expandía hasta placeres infinitos: Lo deseaba locamente. Las noches ardían a la luz suave de una lampara acogedora.Ese deseo se hacía más y mas fuerte solo con estar a su lado y nada me impedía abrazarlo, poseerle y sentir esa pasión que yo sabía que ya no era pecado.Cada lagrima derramada por el me hizo estallar en cólera, en desconfianza, en celos pero seguía condenada a él. Su miembro en erección era la columna de una catedral y yo me acoplaba a el jadeante y loca al sentir en mi lengua su lengua cargada de mieles.
Cada amanecer, se despedía de mi y yo lloraba como una tonta, deseosa de volver abrazarlo. Mi amor se deslizaba en mañanas y tardes infinitas por esperarle. Cuando llegaba la noche, mi corazón se aceleraba como locomotora sin freno siguiendo sus pasos desde lo alto de la calle...
Un día me dijiste que lo querías dejar, que te habías enamorado de otra chica. Sentí la frialdad, solo eso. Mis días eran oscuros, sin sentido, negros como mi sexo hambriento. Lloraba lagrimas negras como cantaba "El cigala" y mi corazón buscaba un porqué en un mar de dudas y de dolor...Mañana, vendrá mañana, me repetía una y otra vez al borde de la locura...
Susana y Buscador.
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