"El niño tenía sólo tres años. Era rubio y tenía los ojos azules. Ya sabía algunas cosas, otras aún no se las enseñaban. Aparte, estaban los secretos". Su madre aún lo amamantaba. Sentía rios de leche caer por su garganta mientras chupaba el pezón siempre dispuesto. El corazón de la madre le latía en sus labios y el calor del pecho se transmitía en su rostro hundido en la piel. Sabía que estaba seguro, sabía que su madre era parte de el y de nadie más... De memoria su lengua adivinaba la orografía de las areolas que eran grandes y oscuras; que se hinchaban como globos a veces cuando le surtían de alimento y placer...Después le enseñaron una cuchara y un plato. La cuchara era fría y la comida no era la leche de su madre. Durante años aborreció su primer plato y aún a veces, cuando ya de mayor tiene que comer algo frío, se acuerda de su madre...
Muy bien esa frase te ha levado a crear un relato la mar de tierno. Un fuerte abrazo. Feliz semana Santa.
ResponderEliminarPor eso no conviene amamantar tanto. Un beso
ResponderEliminarMuy bonito relato amigo Buscador. Saludos,.
ResponderEliminarTal vez se prolongó demasiado el amamantarlo.
ResponderEliminarBien la historia que planteaste.
Saludos.