La luz de tu habitación era tenue. Cruzabas por la ventana de forma natural primero en ropa interior luego... Recogías del armario la ropa que te pondrías por la mañana y a veces hasta te la probabas por encima para ver como te quedaba. Mi aliento era ardiente como el calor del verano y me tocaba mirándote casi extasiado esperando verte otra vez desnuda a la luz de tu mesilla de noche...
Pasaban los días, pasaban los años. Nos saludábamos por las mañanas con buenos días como si nada pero cada noche de verano, yo fiel a la cita. A veces ponías la radio y bailabas un poco alguna canción de amoríos o te mirabas al espejo de perfil para ser espectadora de tu propio cuerpo...El mundo se detenía ante mis ojos cuando te quitabas el sujetador y tus pechos, aun firmes, acababan en dos puntas que nacían de dos galletas negras...Quería ver tu secreto, ardía en deseos porque solo se adivinaba un espesor oscuro a través de las braguitas.
Después del trance yo me limpiaba con el calcetín y lo lanzaba al patio de mi casa donde las hormigas daban cuanta de un festín. Mi madre era prudente y sabía de mi alto grado pasional. Nunca me dijo nada hasta que llegó la noche del escándalo cuando me olvidé de cerrar la puerta de la habitación y me descubrió en trance. Tu escuchaste la regañina de mi madre y descubriste inocente al espía que tan inocentemente te decía buenos días por la mañana; eso me valió un castigo y una caída en picado de mi vergüenza...
Seguía pasando el tiempo y tu me mirabas con ojos valientes cada vez que me cruzaba contigo mientras que los míos eran esquivos...Y pasó más tiempo hasta que llegó otro verano y un día, dejaste tu ventana abierta de par en par para desnudarte para mi...