Olvidé mi paraguas en una cafetería y no lo eché en falta hasta que comenzó a llover. A veces me pierdo en mis adentros cuando algo me preocupa y ese día tenía además el cenizo del olvido.
El agua me calaba como el frío hasta los huesos y me dio por entrar en una iglesia para resguardarme. Me aseguré que no dieran misa para no interrumpir y tomé asiento en el último banco. La soledad y el recogimiento de la casa de Dios invadió mi silencio...Se respiraba esa paz que tanto buscaba. Nunca me dio por entrar después de pasar miles de veces por su puerta pero el azar y la lluvia me obligaron a hacerlo. Alguna madera crujió y su eco formaba una dimensión difícil de describir; casi infinita. Sentía como si algo me llamara o me observara; una voz como venida del silencio; algo extraño que me hizo pasear mi mirada por todo el templo y, allí estaba ella; la virgen mas hermosa que jamás vi en mi vida. Su mirada, alzada al cielo y sus manos suplicantes imponían a mi piel volverse de gallina. Algo maravilloso sucedía en ese momento cuando veo en su rostro una lágrima correr por la mejilla...¿Es cierto lo que veo? o es mi imaginación -me decía ante mi asombro- . Un miedo comenzó a crecer de forma imparable y tuve que salir de allí o no se qué pasaría cuando el pánico pudiera a mi voluntad.
Salgo a la calle con paso rápido huyendo de mi propio miedo. La imagen de la Virgen no se me va de la cabeza cuando me detengo en seco y quiero volver. La lluvia me empapa, la gente me observa preguntándose qué es lo que hago parado como un memo y doy media vuelta para regresar.
Mi valor iba en aumento antes de entrar y tomo asiento en el mismo banco de la iglesia. Su mirada me invita a la oración y yo le hablo sobre mis problemas, mis angustias, mis soledades...Siento que me escucha y me comprende. Tengo por un momento ganas de llorar a sabiendas de que no estoy solo. Pasa un rato sin tiempo contado. Salgo a la calle lleno de paz; como quién se quita un peso de encima y se siente ligero. A partir de ese momento visito cada día esa imagen de una Virgen de cuyo nombre ignoraba. Sueño con ella cada noche y hay madrugadas que me desvelo y necesito visitar este templo ya cerrado tan sólo para sentirme cerca de ella...
Así pues hermanos míos, concluyo mi sermón dominical. Después de estar diez años en misiones, soy el párroco que esta iglesia donde hallé mi Fe en Dios y en la Virgen..
Un final estupendo y sorpresivo.
ResponderEliminarMagnifico texto y experiencia, si dejamos abierto corazón y alma, mientras hablamos con la Virgen en silencio, la paz nos inundará, me gusta mucho el texto y más si pienso que eres el pastor de esa iglesia
ResponderEliminarUn abrazo