domingo, 12 de julio de 2009

A veces me río de mí mismo

Arañar el corazón es tarea difícil y cada artista tiene un don para hacerlo. La percepción de la realidad juega con nuestro mundo interior y al final, nos creemos que de un sombrero de copa sale un conejo. Quién tenga una sensibilidad especial para captar las cosas que parecen estar ocultas, vive y sufre lo que la vida le ofrece. De golpe la naturaleza nos hace un guiño despertando y evocando aquello que nunca se olvida pues nos puede hacer reir o llorar. Me acuerdo que hace dos noches, voy conduciendo mi taxi por la autovía y justo en el horizonte de una loma, emerge una Luna llena ruborizada; enorme y plena de verguenza en su rostro como cuando a una chica le sacan los colores por rubor. Los coches que vienen de frente forman un haz de luz blanca y los que van en mi dirección, el hilo rojo que van buscando a la luna.
Con frecuencia me río de mí mismo por mis ocurrencias, me pierdo en lo ridiculas que son mis imaginaciones por estar tan de buen humor. A veces, cuanto más ridiculo me veo, más lejos alcanza la sonrisa del que me escucha. Reirse de uno mismo es ganar el pulso a lo que nunca se diría por tener ese miedo al ridículo.
Cuando era joven vi a Anthony Quinn en la película "Zorba el griego". Tenía la cabeza llena de pájaros y toda la arquitectura de palos se le vino abajo como un castillo de naipes. No se lamentó. Lo celebró bailando un baile frenético, el sirtaki. Pero yo le gano a "Zorba el griego": Escuchad con atención...

Desde hace dos años vivo solo en mi casa con cierta independencia y digo cierta, porque mi madre me lava la ropa y hasta en ocasiones, disfruto de su cocina. El caso es que ella me llama por teléfono un día cualquiera y me dice que ya tengo ropa lavada, que vaya a recogerla. Llego con prisa y me la llevo...Son dias de verano y tengo la costumbre de ducharme menos de lo que mi madre quisiera... El caso es que ese día entro en la ducha y hasta aquí, todo normal incluso, me lavo los dedos olvidados de los pies y aquel lugar de la espalda donde nunca llego desde que hice mi primera comunión. Me aseo con Sanex piel sensible...Champú Llongueras...Gel de afeitar del que usan los supermodelos...todo bién...

Siempre me aseo con música de fondo (faltaría más) y como me gusta el agua más que a un niño chico, el cuarto de baño se llena de un vapor que dificulta el poder ver bién. La cosa es que empiezo a vestirme y noto que la prenda se ha encojido...me aprieta hasta en las ingles. Por el CD suena un tema de jazz tranquilo y romántico así pués, en mi bamboleo por ajustar aquella prenda me recuerda a los Boys de las despedidas de solteras...sonrío y pienso en lo que le gustaría a una soltera verme en esa guisa...pero la prenda no cede. Enciendola luz y en lugar de mis calzoncillos Abanderado, me estoy poniendo unas bragas de mi hermana con lazito y todo.

El caso es que hace dos noches vi a esa luna tan ruborizada como tus mejillas aquel día y la causa fué por algo que aquí no contaré. Nunca olvides que la maldad de la gente nunca afectará a los hechos y las palabras de quién está por encima de ellos. Sigue siento tú...

Por Pepe y yo.

2 comentarios:

Andrés Porras Soriano dijo...

El abuelo Domingo tiene una anécdota parecida.

Tienes que ir poniendo el título de las canciones de jazz que escuchas para que aprenda a escuchar ese tipo de música que, salvo contados casos, solo me gusta escuchar en un concierto en directo.

Salud.

Buscador dijo...

Tengo cientos de discos Andrés.