Vuelvo a participar en los encuentros jueveros esperando que os guste mi aportación. Hoy el mundo surrealista escapa de mis dedos con mucho amor. La anfitriona es Mag. Aquí tenéis su dirección:
La Trastienda del Pecado: Convocatoria "Un Jueves, Un Relato"...
DISFRUTAD.
Volví a coger una borrachera aquella noche y mi sueño se repitió.
Subí una enorme montaña con esfuerzo y allí me esperaban gentes vestidas de fiesta y hasta una orquesta me daba la bienvenida a la cima. Una niña con lágrimas en los ojos me dijo que la acompañara a una esfera transparente. Allí, un hombre con bata blanca me introdujo dentro de ella; me sujetó con unos cinturones de seguridad y me lanzó montaña abajo...
Todo era vertiginoso y mi esfera chocaba con enormes piedras saltando en medio de la nada como si fuera un balón viviente que iba a ninguna parte mientras se estrellaba con crueldad...
Bajé la montaña en la inercia de mi pensamiento y en la inercia de mi esfera. Rodé desmallado por una llanura hasta que se estrelló en un muro de sillares de piedra. Abro los ojos y ya es de noche. Atravieso la esfera como quién rompe una pompa de jabón cuando del suelo emergen tres muros de piedra más para acorralarme en un cuadrilátero... y la noche está en calma recuperándome de la pesadilla de la esfera que desaparece difuminándose en la nada...
Estoy encerrado en un cuadrilátero de piedra. Palpo la pared rocosa y al hacer presión, mi cuerpo se eleva escalando el muro sin esfuerzo alguno. Sin embargo, lo que era una llanura, ahora es un bosque frondoso a la luz de una Luna llena...
Camino perdido y con miedo. Alimañas de la noche me acechan mientras me dirijo a lo desconocido. Mi cuerpo tiembla de frío con el miedo metido en mis entrañas.
Ya no hay luz en este bosque tan cupido; todo está a oscuras con la mala fortuna de que me caigo por un barranco que está forrado por una lona de plástico deslazándome hasta llegar a un arroyuelo que despide olores y vapores fétidos... Camino, he intentado escalar la malla de plástico pero es imposible por ser escurridiza. Sigo el cauce del arroyo con la mala fortuna de caer en un pozo sin fondo; un túnel oscuro donde espacio y tiempo se encuentran en otra dimensión. Curvas kilométricas y bajadas donde el pánico se anida a pasos agigantados... Me vuelvo a desmayar.
Despierto en un suelo de mármol. Hay gente que me aplaude; la misma gente que había en aquella cima de la montaña y entre ellos aparece la misma niña que lloraba y sigue llorando amargamente. Me toma de la mano y me señala un cuadro pues esa estancia es la del Museo del Prado. El cuadro es el de "Los borrachos de Velázquez"... Despierto de mi pesadilla: No volveré a beber.
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