lunes, 1 de junio de 2020

Mar, maris







 Me llevaron a casa de mis abuelos en un pueblo cerca de la costa. Por entonces contaba con 7 años de edad y el mar sólo lo ví por televisión...Llegué cansado por el viaje tan largo y pesado; con unas curvas que me hacían vomitar a pesar de las pastillas para el mareo. Me quedé dormido hasta que el coche se detuvo en la puerta de entrada. Mi madre me despertó con un beso y mis abuelos con un regalo...pero, ¿dónde estaba el mar? me preguntaba soñoliento.

Mis padres ya se fueron. Mis abuelos quisieron que descansara pues el viaje había sido largo y dormí hasta la tarde.

Desperté en una habitación que no conocía; desperté desorientado hasta pasado un momento y llamé con miedo pero nadie respondía. Bajé las escaleras en una casa desconocida hasta que me dí de bruces con una fotografía enmarcada: era yo y mis abuelos salieron de compras quizá al super. El verano comenzaba con mucho calor. Tenía sed y sudor en el cuello. Abrí la nevera y bebí agua fresca con la mirada puesta en una puerta que daba al patio; la curiosidad me llamaba y salí fuera.

Había lechugas sembradas, calabacines, berenjenas, tomates y zanahorias; hasta había un árbol frutal con una sombra envidiable: era un níspero. Me acerqué a ese árbol llamado por la majestuosidad del tiempo...Una tapia de ladrillo y cemento marcaba la frontera del patio pero el árbol tenía una escalera hecha de tablas y clavos: tuve la curiosidad de subir.

Mis piernas delgadas subían con miedo cuando ganaban altura. Mis rodillas temblaban pero yo quería ver más allá de la tapia; superar aquella frontera como quién descubre no se qué, hasta que llegué a la cima. En el tronco había un especie de banco para sentarme y mi mirada no se separaba de mis piernas hasta que tomé asiento. Alzo la mirada y el infinito me atrapó al instante: era el mar, mi mar tantas veces soñado...El tiempo se detuvo, mis pulmones se llenaban de aire y el horizonte ardía en llamas rojas y anaranjadas. Había barcos y gaviotas vigilando el cielo que daba paso a la noche.

Mis labios se abrían ante tanta majestuosidad con cada detalle de lo natural...Había barcos pequeños y grandes que recorrieron el mundo entero para ahora descansar. La sensibilidad me embargaba imaginando cosas que ahora me darían verguenza contar y así pase largo tiempo viendo como el sol se ocultaba...

Un sonido grave y profundo vino del mar repetidas veces; como la banda sonora de los marineros que parten quizá para el nuevo mundo porque aquello era la sirena de un barco que anunciaba lo más seguro su partida. Aquel sonido se quedó grabado en mi memoria para siempre. Era profundo y maduro como el mar; clamaba a los cielos historias inimaginables con verdades intensas y yo, sentado en aquel níspero, amé a la mar como a nada en el mundo porque es la vida misma la que me llamaba para sus adentros...A veces despierto soñando con el mar y con aquel grito de sirena que pide auxilio porque ahora se muere. Ante todo, tenemos que conservarlo cueste lo que cueste...eso pienso.

Un regalo para una niña del mar






9 comentarios:

Paula Cruz Roggero dijo...

Muy lindo relato, es que el mar nos despierta muchas sensaciones, yo amo el mar y siempre lo he tenido cerca, no podría vivir lejos de él.

Beso grande al alma y feliz martes.

Rafael dijo...

El mar es siempre fuente de inspiración.
Un abrazo.

Amapola Azzul dijo...

¡ Qué bonito¡

Besos.

Sandra Figueroa dijo...

Que lindo relato y es que el mar siempre inspira belleza. Gracias por el poema que me dejaste, es hermoso. Saludos amigo Buscador.

Siby dijo...


Hermoso relato mi amigo
Buscador,aunque el mar
es bello, yo le tengo
mucho respeto, el sonido
de las olas atrae mucho.

Besitos dulces
Siby

Albada Dos dijo...

Pues me ha recordado a una niña que sigue habitando en mí. Y sí, como a tu niña del relato, me duele el amor, su grito agónico, como de siren varada en un lodazal

Un abrazo, amigo, con el mar de fondo

Susana dijo...

Precioso relato. Un beso

Campirela_ dijo...

Que historia mas bonita nos has dejado amigo, me recordaste que de pequeña entre los 11 o 13 años en mi pueblo había una gran alameda de robles y allí íbamos mi primo y no y teníamos nuestra casa en un árbol ..hoy se ha convertido en una autovía ..el progreso amigo ..
Un abrazo y muy feliz día.

Meulen dijo...

Hay historias muy bellas que surgen desde el mar, fuente de inspiración y de descanso...uno se rejuvenece frente al mar...