miércoles, 14 de noviembre de 2018

La insulsa vida de Manolo el barbero del pueblo...




Desde pequeño he vivido entre clientes y pelos. Mi madre era peluquera como mi padre y yo, por estudios académicos, también lo soy...

Mi padre siempre estaba enfadado con el mundo porque ser peluquero no era vocación y claro, tenía que tratar bien a la gente porque de otra manera se quedaba sin clientela. Mi madre sí tenía vocación de peluquera además de ser alcahueta y criticona, cosa que agradecían las clientas al ser informadas de fulanito o menganita...

El oficio de peluquero trae muchas espinas me decía mi padre. Los pelos son puas que se clavan por todas partes como si fueran higos chumbos y mi padre, siempre mal humorado, decía que tenía espinas del pueblo entero...se maldecía contínuamente y a todo le ponía pegas y mi madre, siempre cotilla de lengua de vívora le hablaba de comidillas...

Así pasaban los años y yo fuí también peluquero. Antes de entrar en la academia estuve de aprendiz en la barbería de mi padre. El sabía bien como tratar a la gente para que se sintieran biçen, incluso parecía feliz por reirle las gracias, entonces aprendí de la falsedad y la hipocresía de un pueblo...

Cumplí mis años de academia y me hice barbero. Al final de un año de cortes de pelo y afeitados, una idea poblaba mi mente ya fuera en barbería o en la calle...Estudiaba el cuello de cada cual. Los había de todas formas pero me daban asco los que renían berruguillas...había cuellos blancos, morenos, sin apenas pelo de ese que viene del pecho o sucios de trabajadores. Siempre desee cortarle el cuello a alguien hasta que esta idea se hizo una obsesión en mi cabeza. Tenía deseos hasta de mi mismo cuando me afeitaba por ver un caño de sangre saliendo a borbotones...

Mis sueños nocturnos y mas placenteros eran de cortar cuellos. A veces me hería y probaba mi sangre como si fuera un vampiro. Me casé y quería cortarle en cuello a mi mujer, a mis hijos, a mis suegros; ver ese caño de sangre purificadora.

Mas nunca tuve la determinación de hacerlo. Las personas del pueblo me tienen por un hombre que se ocupa de su familia y trabajo. Ahora ya estoy jubilado y jamás a nadie le he contado esta idea obsesiva. He perdido la vida pensando cosas crudas y crueles y voy a morir con la vida interior de un desgraciado que no supo vivir la vida...nada más.



6 comentarios:

Albada Dos dijo...

Qué casualidad. he colgado un post de un barbero, con inquietantes aficiones, eso seguro.

Por las vocaciones familiares. Un abrazo

Campirela_ dijo...

Bueno ser peluquero o barbero es una cosa y otra tener esos instintos de cortar el cuello ...vamos que podría decirse que sus sombras eran muy oscuras ..
Tremendo texto .
Un abrazo.

Sandra Figueroa dijo...

Me parece que si a perdido la vida nada mas imaginando cosas....pero al menos probo su propia sangre....caliente y deliciosa.....saludos

Susana dijo...

Mejor no cumplir esos sueños. Un beso

Ángeles dijo...

Buscador, quizá el hijo del barbero del pueblo, sea la reencarnación del que inventó la gillotina... y sus placeres de otra vida entre cortar cuellos y cabezas, aún queden en él, esos vampirescos deseos de ver chorros de sangre...Pobre hombre, que fracasada vida, desde luego tiene usted una imaginación increíble, puede escribir sobre cualquier tema y lo malo es que en este, quienes han contestado, creen que el barbero sangriente es usted. Y eso es lo bueno de un escritor, hacer que los que le leen se metan en lo que cuenta y saquen sus propias conclusiones.
¡Ah... diga al barbero sangriento, que en el Merca-Madrid, se necesitan acuchilladores de carnes para estas fiestas que se acercan, quizá así pueda ver saciado sus deseos de chopotear entre la sangre!

Un abrazo Buscador, y felicidades por su entrada.
Ángeles

jfbmurcia dijo...

Con una navaja afilada en la mano se siente mucho poder...Saludos.