jueves, 4 de febrero de 2010

DíA EN CONTRA DEL CÁNCER.

Abrió de nuevo el cajón para sacar otro cigarrillo y descubrió más recuerdos. Se le hizo un nudo en la garganta y sabía que lo que iban a mostrarle aquellas hojas, sería la voz en el silencio de su mujer.

24---10

" El campo estará verde. Espero resistir hasta que llegue la primavera y poder conocer a mi futuro nieto. Los días son batallas de supervivencia y lucho con todas mis fuerzas para impedir que de alguna manera, este cáncer no se adueñe de mí.
Procuro levantarme todos los días de la cama y aún sin ganas lo debo de hacer. Las fuerzas me fallan y llegara el momento en que Daniel me tenga que limpiar como a un recién nacido. Por las noches, ya entrada la madrugada, despierto y lo siento llorar. Son momentos que no soporto. Hasta ahora siempre se mostró como una persona entera y llena de ilusión; infundiendo optimismo y agarrándose al mensaje cargado de esperanza que nos dio el médico. Daniel es un niño que teme a la soledad. En ocasiones soy yo la que le coge la mano, se la acaricio y con unos golpecitos en ella le digo: " venga hombre....ya veras como todo sale bien...a ver...mírame ¿ no hemos salido de cosas peores? ¿ no te acuerdas cuando no teníamos nada y salimos adelante? ". El no dice nada. Parece como si entrara en un silencio del que no es capaz de salir; un hermetismo que solo hace daño y le rompe el corazón. Se quiere hacer el fuerte y no sabe que hay cosas que pueden con todo. La única forma de sobrellevarlas es saber aceptarlas. Si los hombres no tuvieran ese pudor por mantener ocultos sus sentimientos, vivirían mejor y dejarían de querer ser quienes no son. Esto me saca de quicio.
Hay momentos que me siento agotada. No tengo ganas de leer ni de hablar, ni de ver la televisión ni escuchar la radio. Me molesta el tic tac del despertador, tanto, que llega a agobiarme. Tic tac, tic tac, tic tac, tic tac. En lugar de medir el tiempo parece que es una cuenta atrás hasta que llegue mi muerte. Siento desprecio por todos ellos y estrellaría todos los relojes del mundo contra el suelo.
Mi hijo me llama todos los días. Cuando cojo el teléfono lo primero que dice es--¿como estas?-- Yo siempre le digo que mejor y automáticamente desvía nuestra conversación sobre cualquier cosa. Siempre le pregunto por el embarazo de Maria...si se mueve mucho y da pataditas en el vientre...que si ya tienen un nombre...en fin. Este hijo ha salido al padre y me remito al pudor por mantener ocultos los sentimientos.
Los días para Daniel y para mi van pasando cargados de continuos silencios. Parece como si en cada uno de ellos pasara un ángel que nos robara la voz .Recuerdo aquella canción de Silvio Rodríguez que me gusta tanto. A veces daría cualquier cosa por saber que es lo que piensa Daniel y me preocupa. Creo que escribo todo esto porque no me atrevo a decirlo con la voz a mi marido. Es una forma de engañar este silencio.
Fuera el viento sopla con fuerza y el sol se esta poniendo. Daniel está abajo. Lo escucho trastear en la caja de herramientas y golpear con el martillo. El que esté ocupado en algo devuelve la cotidianidad a esta casa. Como si no hubiera pasado nada...como si los días tranquilos del invierno regresaran y la paz de este hogar fuera el vivir de siempre.

24--3

Se que vendrás dentro de poco tiempo. Llevas dos días avisando tu llegada y te pido que para cuando vengas, cambies tu nombre y no te llames muerte. Ya no te tengo miedo. Tanto luchar contra ti y al final siempre eres tú la que vence. Mi camino se acabará y pronto sabré que es el final. Solo espero que aparezcas. Nunca me he sentido tan indefensa y llena de valor. Mi deseo es morir cuando esté dormida, porque creo que la despedida será más dulce. Serás como una luz que entra por la noche en mi cuarto; sin hacer ruido ni alterar la tranquilidad de esta casa. No me haré la dormida...sé que en el fondo eres una amiga y te portarás bien conmigo. No despiertes a Daniel porque lleva varios días intranquilo y casi agotado. Déjale dormir.
De siempre me has dado miedo por temor a perder lo que la vida me ha dado. Siempre te miraba como a una sombra oscura que hace desdichada a la familia; un esqueleto llevando al hombro una guadaña afilada dispuesta a segar la vida de cualquiera. Tu nombre siempre me dio miedo por eso ahora quiero que lo cambies. Cuando te presentes no reprocharé lo que me haces dejar en esta vida. Cuesta decir esto porque todo lo que voy a perder me costo mucho conseguirlo. Ahora soy consecuente con la suerte que me ha tocado...lo dejo todo pero me llevo el amor que dí y recibí.....

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