jueves, 1 de noviembre de 2018
1-11-2018
Estuve viviendo en el extranjero durante mucho tiempo, demasiado para no asomar por mi patria y por supuesto por mi pueblo. Terminé estudios de licenciatura y como tantos jóvenes, me fuí a buscar mejor fortuna. Mi mujer es de Suiza y mis hijas conocen España mas que nada, por sus estudios y lo que yo les hablaba...les encantaba mis historias de las gentes de mi pueblo; de cómo vivíamos casi sin dinero y cómo el corazón del lugar donde naces se queda impregnado en recuerdos que te asaltan en cualquier parte del mundo allá donde estés...
Han pasado 50 años y hoy he regresado a mi pueblo. Me da verguenza no haber mantenido un contacto con amigos y familiares; gente que he evocado en Zurich cuando alguna lágrima me sorprendía en un bus o en un banco pensando en nuestro destino. He paseado por mi pueblo completamente transformado y hasta me he emocionado cuando he descubierto la casa de un amigo cuya fachada no ha sido tocada por milagro y allí mis recuerdos se han deshecho en lágrimas. La casa está abandonada y comida por el moho de la lluvia pero yo la sigo habitando en una explosión de recuerdos...Los vecinos me dicen que ya murieron todos y los dueños eran familia de Barcelona que no asoman por el pueblo...me dieron ganas de comprarla.
Hoy es 1 de noviembre. Me resisto a subir al cementerio. El día está lluvioso además de frío y recuerdo cómo de crío ya tenía sabañones en los pies con mi madre en el cementerio poniendo flores a mis abuelos y gentes vestidas de negro que arreglaban los nichos. Odiaba ver cómo se emocionaba mi madre y mi tía, de ver los grises del cementerio más grises y esas fotografías con miradas tristes aunque estuvieran alegres...
Entro en un bar y así como así, los viejos no me conocen. Yo les digo quién soy y ellos recordando se rascan la barbilla intentando recordar hasta que alguno cae en la cuenta y los dos nos alegramos. Intercambiamos recuerdos y le pregunto por mis amigos pero casi todos estan muertos o también se fueron del pueblo. Se me acerca un tipo peculiar por su poca estatura y barba desarreglada: es el enterrador del cementerio. Me dice quién es y me da señas para que recuerde:es Pablito el enamo por las burlas que hacíamos de el en la escuela por ser casi enamo. Le estrecho la mano y le comento de la crueldad de los niños pero se ría como agua pasada. Me pregunta si voy al cementerio y yo le digo que no tengo fuerzas por ver a tanta gente que amaba y que murieron...Pero él insiste a pesar de todo porque quiere que vea un nicho en especial...
La subida al Camposanto es empinada y la lluvia cala los huesos. Cerca del cementerio hay un bar para tomarnos otra copa de Anis de Rute y en nada se nos quita el frío. Pablo y yo entramos en el cementerio y me pregunto dónde me llevará cuando en su silencio espero lo peor. Calles y mas calles me llevan a un nicho oscuro y mal cuidado. Pablo me dice que me asome cuando leo en una lápida el nombre de ella: Paloma Sanchez Sarmiento, muerta el 28-8-1968 por mal de amores. Ella era mi novia que jamás me olvidó y hay una fotografía descolorida; de aquellas novedades en color donde los dos en una feria nos fotografiamos.
Yo la quería sin duda. Como una sombra me ha acompañado durante 50 años pero a casi nadie le comenté de su existencia. Mi mujer lo sabe. El dolor que ahora siento por traicionar mis sentimientos es enorme. Le dije que volvería, que me casaría con ella, pero no lo hice. ¡¡QUÉ PUEDO HACER DIOS MIO!!. Salgo del cementerio si ver el nicho de mis padres y me voy directo al hotel. Allí me espera mi mujer con mirada sabia y me pregunta ¿has estado allí verdad? y yo le digo que sí Me toma de la mano y me besa. Me habla de esa historia que ella también me ha ocultado porque cuando yo le confesé de una novia, ella quiso saber quién era y que de alguna manera ella también era culpable por amarme tanto como me ama...
-Ven, anda...vamos otra vez al cementerio...
Subimos la cuesta como quién va detrás de un entierro. Visitamos a familiares, amigos fallecidos y alguna gente se detiene porque me conoce y me saluda. Me siento fatal en mis adentros y mi mujer también. Me pregunta que donde está el nicho cuando aparece Pablo y nos lleva de nuevo a el. Mi mujer le deja un ramo de rosas. Habla unas palabras en suizo arrodillada cuando comienzan a caer lágrimas del cielo...
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3 comentarios:
Preciosa historia , no en vano cuando uno después de muchos años regresa a su pueblo de origen los recuerdos los tienes presentes siempre . Es triste ese tumba donde una joven falleció hace muchos años , pensar en sentirse culpable no arregla nada , las cosas de la vida.
Un abrazo .
He tenido el placer de leer tu texto comentando el mío de Todos los Santos. Una historia bien narrada, con guiños a tanta gente que emigró, o se fugó de su destino en el pueblo y deja atrás una vida y un amor. Tu protagonista no olvida a su enamorada, y ésta muere, o se mata, por penas de amor. Duro el texto, pero muy posible, incluida la esposa que entiende y acepta y quien acaba arrodillada ante la tumba de la joven. Precioso, humano ante todo.
Un abrazo grande y de nuevo gracias
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