martes, 6 de octubre de 2020

El rostro de la necesidad

 

  En estos días de otoño, el corazón se me hace muy fácil sentirlo. No hace falta que me suceda nada en especial. Uno pasea por las calles de Córdoba a primera hora de la mañana con la manga aun corta y la mascarilla que me da calor...Hay silencios con ruido de coches, también calles llenas de negocios con se vende o se alquila. Para cualquier gestión tengo que sacar número y para cualquier nada más, tengo el día entero. Las palomas siguen solas en los parques. Mi amiga Cristi me sirve un café y hablamos del tiempo; que si hace más fresco, que si nos damos una sonrisa cuando nos despedimos...

Los niños llevan sus mascarillas con ojos inquietos y los taxistas están practicamente parados. A estas horas de la mañana, siento la planta de mis pies sobre la acera, el perfume a café de las cafeterías o el aroma a churros. Tengo la libertad de sonreir tras la mascarilla cuando pienso en algo gracioso cosa que antes no podía hacerlo y me detengo en mi detenimiento como quién escucha sus silencios...

Cruzo por Ronda de los tejares y allí está ella, casi resignada a las puertas de un banco; domada por la vida. Pide en silencio mientras te cruza con la mirada. Es limpia, se peina bién y no es fea. Llevo varios meses observándola siempre en silencio cuando paso por delante...en un cartón, con letras mayúsculas, pide una ayuda...Con la primera crisis, una señora limpia y perfectamente vestida, pedía sentada en la acera enfrente del Corte inglés y aquel silencio me imponía pensando hasta dónde pueden llegar nuestras necesidades...Pero, la chica de estas mañanas viene de clase más humilde, lo sé por su forma de vestir. Está casi acurrucada con mirada que a veces es desafiante, otras defensiva y otras humilde. Andará sobre los treinta. Sé que dan ropa y comida al necesitado mas no hace falta pedir...pero ella está allí todas las mañanas con ojos oscuros y pelo moreno, minifalda y mallas.

Paso la mañana con mirada de detenimiento hasta llegar a casa. Me relajo y me tomo una cerveza y es entonces cuando mis silencios se organizan. Esta noche me vuelve al recuerdo esa chica que pide en la acera cuando a más de uno le da un repelús de verse así cuando se cruza con ella...


7 comentarios:

Campirela_ dijo...

Esos paseos por Córdoba oliendo a naranjos esa una delicia, así pues aprovecha las mañanas y a esa chica no hay porque repudiarla quien sabe que será o habrá sido de su vida para llegar ahí. Bonitos pensares los que nos cuentas. Un fuerte abrazo .

Rafael dijo...

Paseo detenido y delicioso con esos detalles que recogen tus letras de personas y rincones.
Un saludo.

Siby dijo...


Que triste,cual sera ese
problema por el que pasa
y mas en estos tiempos que
vivimos, un gusto visitarte
siempre mi amigo.

Besitos dulces
Siby

eli mendez dijo...

Querido Buscador. Una entrada entrañable( también te he comentado en mi espacio). Estos paseos que a veces se convierten en nuestras rutinas, en verdad no lo son tanto, cuando tenemos el poder de observar y prestar atención a situaciones que el resto de la gente no.
Hoy en día la sensibilidad para con el entorno dejo de ser común, y mas cuando una parte de nosotros esta mas escondida aun, detrás de una mascarilla. Hay que adivinar las sonrisas, pero no hay que ser demasiado inteligente para percibir el abandono, la indigencia, la pobreza y la tristeza mas terrible.
También habla de sensibilidad eso de "quedarnos con todas las preguntas" y con esas imágenes que seguramente quedaran grabadas por siempre en la memoria, mas que los colores y los aromas que acompañan nuestro recorrido...que seguramente, cada día serán diferentes.
Ojala todas esas personas lleguen a encontrar a alguien que sea capaz de detener su marcha y ahondar un poco mas en esa carencia, con la capacidad de revertir "medianamente" aunque sea tan solo por un dia el destino señalado y no elegido por muchos.. Siempre nos dejas con el corazón atado... Abrazos y buena semana.

Susana Moreno dijo...

Tal vez la chica es drogadicta. Un beso

Albada Dos dijo...

Intimista y muy real. Vemos a los niños con sus mascarillas, y qué raro se nos hace. Entre el ir y venir de la vida, vamos como un poquito zombis.

Un abrazo, amigo

Mari Carmen dijo...

Tan triste como real.

Te dejo un saludo y los deseos que te cuides mucho.

Abrazo.