jueves, 4 de febrero de 2021

Michelle

 


 

  A veces el destino tan solo teje sombras del pasado...Me pregunto cómo era la voz de aquella chica que sonreía delante de la cámara a principios de la primavera. Su recuerdo lo llevo presente como quién guarda un sueño que jamás se hizo realidad. Cada mes de abril se cumple su aniversario en un parque donde los enamorados se besan y los sueños se hacen realidad.

El perfume de las rosas, las palomas adornando el cielo, la fuente y aquella luz intensa de la mañana, confabularon para que su mirada se tropezara con la mía. Sonreía delante de la cámara con la piel blanca como la nieve y el brillo de sus ojos que se detuvieron en los míos...Algo extraño me sucedió dentro de mi corazón; algo claro y certero que me provocó un lapsus de tiempo en el corto intervalo de un segundo...y la vida siguió hasta hoy; sin mas que esperar a lo largo de todos estos años a pesar de estar casado.

Mi ciudad atrae ríos de gentes de todo el mundo a cada época del año. Los años se van cumpliendo como quien te empuja al precipicio de la vejez y el destino con sus avatares me llevó a vivir a otra ciudad; a otro país. Tuve suerte con la mujer que me casé y también con los hijos. El trabajo me permitía ciertos lujos pero el recuerdo de aquella mujer en mi ciudad natal, me persigue como una cuenta pendiente por no haberme acercado a ella para tener un gesto; qué menos.

A veces pienso que mi mujer tiene un sexto sentido sobre mi. Una noche, después de hacer el amor, me pregunta que por qué no la he olvidado y yo me quedé frío como la nieve. No supe qué responder cuando los silencios dan la razón...Sin embargo mi mujer no me dejó y la vida nos llevó hasta el desenlace de la muerte por vejez.

María se enterró el 1 de noviembre en París. El funeral fué sencillo y mi mujer pidió ser incinerada cuando falleciera. Aquel dia muchos parisinos visitaban a sus familiares y cuando terminó la ceremonia, mis hijos quisieron llevarme a casa cosa que rechacé. Quería dar un paseo y si me cansaba cogería un taxi. Ellos se fueron con un abrazo y dos besos.

El cielo estaba claro. De mi boca salía el vaho y el humo de mi cigarrillo. A cada paso, la lápidas del cementerio hacían un defile de gentes ya pasadas y entonces apareció ella; siempre ella. La fotografía era la de aquel día en el parque de mi ciudad; la reconocería entre mil. Se llamaba Michelle. Hacía años que murió y yo arranqué la fotografía de aquella lápida para guardarla en el bolsillo y salí del cementerio rápidamente.

No volví a verla hasta que llegué a casa. Su nombre se repetía constante en mi pensamiento: Michelle, Michelle, Michelle...Michelle. Cuando la saco de mi bolsillo, ella no estaba mirando al objetivo de la cámara sino a mí cuando nuestras miradas de cruzaron en aquel día de primavera...el vello se me puso de punta y las lágrimas, afloraron a mis ojos.



5 comentarios:

Campirela_ dijo...

Nos has dejado un precioso texto de un amor intemporal, que haberlos los hay. Y las vidas de ambos siguen paralelas sin encontrarse nunca más pero el efecto de esa primera cita siempre estará presente en sus vidas. Un abrazo y feliz noche.

Sandra Figueroa dijo...

Amor, siempre amor... Que lindo texto que es un placer leer. Saludos amigo Buscador.

Albada Dos dijo...

Amor que no muere, que permanece. Ese gesto de roba la imagen del cementerio, para tener esa foto con él, me pareció magistral.

Un abrazo, amigo

Susana Moreno dijo...

Un texto muy impresionante. Un beso

Meulen dijo...

Muy hermoso giro han tenido tus escritos...
cuando el amor se expresa y se enciende en el corazón ...ya vemos que se perpetua.