sábado, 7 de septiembre de 2019

Mensaje en una botella






 El otoño acechaba en aquella playa del Cantábrico. Finales de agosto anunciaba lluvia como aquella tarde en mi corazón. Un vacío existencial rondaba entre el desamor y la soledad cubriéndome de nubes igual que el cielo del norte. Mi vacaciones terminaban pronto con sabor a salitre en el alma y pensamientos dispersos sin saber qué hacer...

El gris se hacía patente y el frío congelaba a veces los dedos de mis pies cuando el mar los bañaba. El futuro comenzaba en octubre con la rutina de un trabajo que llevaba bién pero, siempre lo mismo un día tras otro con las mismas caras y el mismo qué hacer...y ella me dejó, simplemente me dejó por otro chico más joven, más apuesto quizá mas ardiente. No estoy triste por ello, para nada, pero yo no sé vivir solo porque la soledad me ahoga y me asfixia, me invade y por todo ello, me desespero.

Ya faltaban 5 días para mi vuelta a Madrid. En un rincón de la playa había unos chicos que como cada tarde se dedicaban a buscar botellas con mensajes. Se carcajeaban leyendo y a mi me dió curiosidad por encontrar una botella y leer el mensaje. La marea era propicia. Muchas botellas venían de lugares cercanos; de personas que sabían que llegaría a esa playa buscando a un principe o una princesa o alguien que llenara su vida después de tanto buscar...

Cogí una botella pero el agua había entrado. Cogí otra y el mensaje tenía tantas faltas de ortografía que el remitente se me antojó la persona más fea del mundo pero buscando más, en un rincón había otra botella. Era preciosa; blanca transparente con algo más en su interior que un simple mensaje: la abrí y era un fulard precioso de colores y figuras orientales  muy perfumado. La botella era de anis de Rute y la letra era primorosa en todos sus sentidos. Me fuí para casa. Tenia prisa por saber que me contaba aquella mujer que la diferenciaba de todas las demás en estilo y clase.

Ya en mi apartamento comencé a leer el mensaje con un vaso de vino y una curiosidad infinita:: Decía así:


A veces paseo por la playa de los mil amores. Así la llamabas cuando estabas a mi lado con el corazón de poeta. Recogíamos botellas con mensajes y por la noche nos adentrábamos en sus historias con aquellas historias venidas de no sé dónde, y así nos enamoramos Te abrí mi corazón inocente aquel verano como una chiquilla que lo espera todo por un beso y tú, apuesto galan de cine mudo desde entonces no te me vas de mi cabeza que como una loca, aún te estoy buscando... Lloro estás palabras de tinta al saber que mi mensaje llegará a la playa de los mil amores. Cuántas noches te soñé y cuantos días te viví. Te me fuiste en un naufragio marinero en el Mar del Norte y yo, muerta en el abismo me quedé en este apartamento el resto de mis días pues viví en mis carnes y en mi alma, lo que la gente lo daría todo en su vida por conocer.

No sé quién me leerá. Vivo en la Calle de la Luz Nº42  y tengo que contar la historia mas hermosa que jamás vivió mujer de un hombre que aunque sencillo y humilde, abrió mi corazón a la sabiduría. Muero apretando los dientes con el odio que el destino me arrebató...Este fulard lo llevaba el día que lo conocí. Quién lo encuentre ha de venir a mi casa para escuchar mi historia pues pronto voy a morir. En caso omiso, por favor, dejelo en el agua y que el mar se haga cargo de tanta soledad...

Gracias.

Mi nombre es Eurídice.


Aquella noche no pude dormir. La imaginación y el desvelo me llevaron al amanecer. Busqué por internet la dirección de la calle y tan sólo estaba a 5 manzanas de la mía. Todo lo que pensaba llevaba el fondo de la inmensa soledad que aquella mujer había soportado; la misma soledad que a mi me esperaba en Madrid y no mucho por amor sino, por la debilidad de estar solo...

El número 42 era un bloque de apartamentos construido no se sabe cuando. En el portero había un nombre: Eurídice, apartamento 16. Llamé al timbre. Una voz preguntó quién es y yo le dije mi nombre y por qué venía. Se escucharon dentro gatos  que parecían pelearse. Se abrió la puesta y me vino una pestilencia insalobre que me tiró para atrás. Una mujer de pelo blanco descuidado se reía a carcajadas con una boca casi sin dientes y yo, pobre de mí, me fuí a paso rapido por el asco que sentí...


Dedicado a Albada Dos




5 comentarios:

Pitt Tristán dijo...

Me ha recordado esos cuentos victorianos, esos relatos de fantasmas o de criaturas de otro mundo, me has recordado a E.T.A. Hoffmann, a Sheridan Le Fanu, Ambrose Bierce... que tanto me han entretenido y que he dejado hace tiempo. He vuelto contigo a recordarlos y a sentir esa mezcla de intriga, terror y repulsa en un gran relato.

Abrazo.

dijo...

Cómo cuentas la historia!!
Lo de las botellas en la mar,es algo que siempre de niña sueñas,y ...también de mayor
Es una pena que la mujer estuviera mal,no físicamente si no deteriorada mentalmente.Quién sabe lo que tuvo que librar en su dolor
Te felicito por el bonito relato y a tu amiga ALBADA Dos,pues para recibir este regalo debe de ser una gran persona
Besucos

Albada Dos dijo...

Hay botellas que encierran los pasos del tiempo, los amores que matan, las ausencias que enloquecen. La imagen de una playa donde llegan botellas cada día, como una cosa normal me ha parecido magnífica.

Cuando te propuse, como ejercicio, escribir sobre un fular rosa en una playa, poco pensaba que harías un texto tan fecundo, tan preñado de pasado y locura, y de una mujer de los gatos en el broche final. Me ha encantado, Buscador. Un abrazo

Campirela_ dijo...

Precioso relato nos has dejado me encanto es como entrar en ese mundo mágico , donde una botella y su mensaje cambiará del destino ..
Bravo Buscador hoy te saliste jajaaj.
Un abrazo !!

Susana dijo...

Bonita historia con un triste final. Un beso