lunes, 1 de diciembre de 2025

Ya no hay locos

 


 

 Estoy tomando un café en una barriada de gente obrera; gente común que vive de su trabajo y muchas veces a duras penas. Se nota la proximidad de la Navidad. Por la televisión solo dan malas noticias de norte a sur, de este a oeste y aparece una chica llorando preguntando se alguien se acuerda de estas fechas cuando solo hay vándalos y gente sin escrúpulos. Me ha llegado al corazón. Salgo de la cafetería dejando una generosa propina e invito al personal con los ojos envueltos en lágrimas. Subo al mercedes de lujo y no paro de llorar pensándome los pecados cometidos...
 

Necesito como el hambriento hacer buenos actos; darme a la gente como nunca lo he hecho para que mi conciencia quede tranquila. A pocos metros hay unos obreros que no pueden subir un contenedor de basura a un camión y yo paro el mercedes para ayudarlos recibiendo un gracias por todo y eso me llena de orgullo. Por una avenida principal, una ambulancia necesita hacerse paso entre el tráfico y la gente. De esa manera me sitúo delante tocando el claxon a mas no poder y cuando lo consigo, el conductor de la ambulancia me da las gracias. Sigo adelante, pendiente de todo lo que sucede a mi alrededor y entro en un hospital. No hay taxis en la parada y hay gente mayor con silla de ruedas y andadores esperando. Hay un matrimonio de cerca 90 años y me ofrezco para llevarlos a casa. Viendo mi coche y mi educación me dicen que sí. Durante el trayecto el hombre me dice que es arquitecto, hablamos de su vida; de cómo pasan los años para terminar casi imposibilitado y dependiente. Yo le doy calor a sus palabras dejándolos en la puerta de su casa. Me quiere dar algo de dinero pero yo me niego.
 

Vuelvo al hospital con un ánimo estratosférico. En la puerta de consultas externas, hay una mesa donde piden donativos en la lucha contra el alzheimer y allí, haciendo una parada rápida, les dejo todo el dinero que llevo encima. Las voluntarias no dejan de decirme ¡¡Feliz Navidad, Feliz Navidad!!.
 

Durante toda la mañana no dejo de ofrecerme a la gente con una energía pocas veces sentida pero, ¡ay por Dios! ya lo estaba temiendo pero sufro un bajón de ánimo tanto, que paro el coche en medio de la avenida y lo positivo se vuelve negativo como quién se arrastra por el suelo. Pasan unos minutos. Un viandante se preocupa por mi estado; es un médico y pasados unos minutos mas, se presenta una ambulancia y un coche policía porque he robado un mercedes de lujo en la puerta de la cafetería "La salud". Todo está controlado, no hay desperfectos del coche ni accidentes. Me esperan de nuevo en el hospital psiquiátrico...