miércoles, 30 de julio de 2025

Las sandalias

 

 

Encontré las sandalias en una vieja tienda entre dos callejones que no figuraban en ningún mapa. El cartel, medio consumido por la herrumbre, apenas susurraba un nombre ilegible. Al cruzar el umbral, un aroma a cuero añejo y salvia seca me envolvió como un conjuro.

Las sandalias, de cuero opalino y trenzas imposibles, yacían sobre un cojín de plumas de ibis. El anciano que las custodiaba tenía ojos como relojes de arena y voz de piedra pulida.
—Son para caminar entre instantes —dijo sin que yo preguntara—. No tallan camino, sino tiempo.

Me reí. Él no.

Las probé. Al cerrar la hebilla, el mundo se deshilachó como un telar viejo. Me hallé en mi infancia, en un jardín donde el viento olía a tiza mojada y madreselva. Di otro paso, y estaba en el futuro: mi reflejo era el de un anciano de blanca barba, leyendo a la sombra de un roble que aún no había nacido.

Cada zancada desataba un recuerdo o premonición. Caminé por amores que nunca viví, ciudades que aún no existen, errores que aún no he cometido. Todo estaba ahí, latiendo en las suelas. Intenté volver a la tienda. No había callejón. Ni anciano. Ni mundo como lo conocía.

Ahora, camino sin rumbo por cronopaisajes imposibles: un desierto donde llueven relojes, una biblioteca sumergida en el año 3012, una caverna donde el eco repite decisiones que aún no tomo. Las sandalias no se quitan. No se desgastan.

Y yo, sin quererlo, soy una viajera del tiempo involuntario, errante entre los dobleces del cuándo. A veces, añoro los días en que mis pasos solo me llevaban adelante, no adentro.


Continuación, por Buscador

Y fue ese sentir que no es mas que un sueño verdadero donde me encuentro conmigo misma y nadie mas. La maravilla está servida para sorprenderme en un mundo donde todo pudo ser verdad y no fue. Sin embargo, los recuerdos de antaño se mezclan a cada paso como cada lágrima y cada suspiro perdiéndome dentro de mi misma y es que, toda soy yo a todas luces cuando a cada paso me precipito o me suicido buscando la maravilla de mi corazón. Vuelo como una niña sin luces ningunas; inmadura pero con la verdad en cada suspiro o paso del pensamiento que ahora en la madurez, pongo mis pies en el suelo con estas sandalias que me invitan a lo siguiente como el gato con botas que da saltos infinitos dentro de la niña que soy. Lleno mis pulmones; oxigeno mi alma y en este momento donde la nada me lleva y me trae, todo es irrepetible como el último suspiro que lleva al sueño de lo imposible mientras tu me lees... Mi interior bulle en miles de significados; miles de caminos que se prolongan en el infinito y al final, como cada estación de tren, apareces y pasas de largo porque todos los sueños, no terminan bien...
 
Nuria de Espinosa y Buscador.
 
 

3 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Buena continuación la que imaginaste.

Susana Moreno dijo...

Muy interesante. Un beso

Nuria de Espinosa dijo...

Tú continuación compañero me hizo conectar con mi interior. Tus letras son como una reflexión poética y cruda sobre la búsqueda de uno mismo en medio de los recuerdos, los sueños no cumplidos y la constante dualidad entre la infancia y la madurez. Me identifico con esa sensación de caminar entre lo real y lo imposible, con la necesidad de seguir adelante aunque los sueños no siempre terminen bien. Es un viaje emocional que mezcla melancolía, verdad y esperanza en cada palabra. Me gustó mucho. Un abrazo