Cada persona lleva en su ser un reloj de arena. Los demás relojes si les das cuerda, cambias la batería o no se averían, duran mas de una vida. Sin embargo, nosotros tenemos un reloj de arena que marca nuestro tiempo a lo largo de nuestra vida y cuando esa arena termina de pasar, como los antiguos dicen:"Entregamos la cuchara".
Cumplir años a mi edad se vuelve un acto heroico. Me cuido poco, como lo que no debo y muchas veces me importa poco que salga el sol por Antequera que allí está mi madre la mayor parte del tiempo. Antes cumplir años era una celebración que nunca se termina pero ahora me da mucho qué pensar...
La tierra gira y da vueltas al sol de manera casi exacta como cada año puntual a mi cumpleaños. Yo nací un 27 de julio al amanecer. Mi padre retrasó su marcha al trabajo por saber si era niño o niña y mi madre, en la cama de matrimonio en un día como hoy y en esta calle donde vivo, me dio a luz.
He tenido el placer y la desgracia de conocer muchas cosas en mi vida y la mayoría de ellas a nivel personal; cosas que poca gente cree si no las ha vivido pero que, han marcado y formado la persona que soy.
No se cuantos granos de arena quedan en este reloj pero he llegado a un estado donde he conocido la felicidad y tengo un equilibrio que antes no tenía. Mucha gente mataría por alcanzar lo que busca pero a mi pocas cosas me quedan ya por descubrir a nivel personal. Sin embargo, aun tengo aspiraciones y si no las tuviera me adelantaría a este mi reloj de arena.
No hay nada en el mundo como disfrutar de lo sencillo y la soledad forma parte de mi vida donde tantas cosas me ha regalado.
Nunca se olviden ni huyan de ustedes mismos y planten cara por superarse que esto no es una guerra sino esa maravillosa realidad que consiste en vivir siempre en paz...
3 comentarios:
¡FELICIDADES! que lo pases fenomenal.
Un gran abrazo.
Este texto me ha resonado en lo más hondo del alma, como un sonido que recorre pasillos que una creía clausurados. Hay en tus palabras una melancolía serena, un mirar al tiempo no con desesperación, sino con un estoicismo casi litúrgico. Comparar la vida con un reloj de arena no es nuevo, pero aquí cobra una densidad simbólica que conmueve. No se trata del tiempo que pasa, sino del peso de cada grano, de la consciencia de su caída.
Me he sentido espejada en esa heroicidad discreta de cumplir años cuando ya no se celebran con serpentinas, sino con silencios pensativos. Vivir sin demasiada disciplina, dejando que el cuerpo y el ánimo transiten sin brújula, tiene algo de subversivo en estos tiempos donde todo debe ser control y rendimiento. Y sin embargo, ahí está la lucidez: no todo ha de ser conquista, a veces basta con habitar el momento con autenticidad.
El nacimiento contado desde la intimidad doméstica me parece de una ternura sin aspavientos. Es casi un cuadro costumbrista: el padre esperando, la madre trayendo vida en la misma calle donde hoy aún se respira. Esa circularidad de la existencia, que empieza y se va cerrando sin drama pero con conciencia, me parece de una belleza discreta.
Me alegra sobre todo, la afirmación de haber alcanzado un equilibrio. No el de las revistas de autoayuda, sino uno ganado a pulso entre la dicha y el desengaño. Y esa defensa de la soledad —no como castigo, sino como santuario— es, en estos tiempos ruidosos, una declaración valiente.
Tus palabras no necesitan ornamentos, porque están hechas de vivencias crudas y sabiduría que no presume. Lo leo como se mira una hoguera: con recogimiento y una pizca de vértigo. Porque al final, como bien se dice, esto no es una guerra, sino ese pequeño milagro que consiste en vivir con paz y sin miedo a uno mismo.
Y anticipándome no sea que se me olvide te mando mis felicitaciones para tu próximo cumpleaños, que llegue lleno de dicha, salud y felicidad. Un abrazo y feliz fin de semana.
Borré el anterior porque vi un error.
Muchas felicidades. Un beso
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