lunes, 25 de enero de 2010

La dama del amanecer

Salió rápidamente de su casa para llegar en el preciso momento en el que la noche deja paso al día. Colocó el cubo metálico que hacía las veces de pedestal justo en medio del camino que trazarían los rayos del sol al salir. Se subió a él, inclinó la cabeza y se dispuso a esperar con la mano tendida para ofrecer una rosa al primer individuo que pasase por allí. Estaba muy quieta, tan inmóvil como su perrito de trapo o como los adornos que había colocado a su alrededor.
Todo el mundo había oído hablar de esa historia del amanecer, pero en realidad nadie la vio jamás. Cualquiera que hubiese recibido esa flor se habría tenido que pellizcar para asegurarse de estar despierto y comprobar si aquello era real o si todavía estaba sumergido en el mar plateado de los sueños. Sin embargo yo cada día la observaba desde la ventana de mi ático.
Aquella mañana se respiraba un agradable olor a tierra mojada. Abajo la gente comenzaría una vida nueva y ella... siempre ella. Nunca vi nítidamente su cara y aunque los reflejos metálicos le daban aspecto de frialdad componía una figura artística y cálida. Miré al horizonte y me quedé así un rato; ausente como ella, observando las enormes manchas grises que se acercaban navegando como buques en el mar de mi imaginación. Todo un espectáculo grandioso que imprimía en mi alma una serenidad inusual. Silencio y belleza por todos sitios. Me era imposible asimilar y devorar todo lo que se mostraba a mis ojos; y solo mi nariz, con hambre voraz, inspirando con fuerza robaba con gula aquel ambiente.
Hoy el reloj de la torre de la Catedral está dando siete campanadas, lentas, pesadas, de una gravedad tal que hace volar sus palomas buscando no sé qué. Miro mi reloj y recobro mi peso existencial en la tierra. Sólo la naturaleza marca el efímero transcurrir de la vida humana. De nuevo mi mirada se posa en ella, subida al pedestal, y en mi fantasía, la siento ligera; como si de un momento a otro despegara del suelo, como la señorita Poppins, y siguiera el curso de las nubes. Y de nuevo mi amor por la belleza se vuelve realidad.

2 comentarios:

VulKania dijo...

Y de nuevo tu sueño por la belleza se vuelve realidad...
De que belleza hablas?
No hay nada mas real que un sueño, nunca abandones ninguno tuyo.
Besitos.

Unknown dijo...

me fascinó leerte hoy

Un beso