Mi perra se llamaba Tula. Por entonces yo era muy pequeño. Sin embargo, mi perra nos enseñó cosas con sentimientos que son de humanos. Como todo perro guardaba la casa, perseguía a los coches ladrando y guardaba con admiración a sus crías cuando paría...En las tardes soleadas yo me sentaba en la puerta de mi casa y ella se lanzaba debajo de mis pies para que la acariciara en su nobleza. Su mirada era sumisa a veces y desafiante otras. Mi perra era mestiza de un pastor aleman. A veces pienso que los animales tienen alma y que por ello son tan respetables como las personas. Recuerdo como se agachaba al precipicio de una zanja donde yo me caí para ayudarme a salir ( aquello me conmovió ). De entre tantos recuerdos hay uno que no se me va de la cabeza: Fué su mirada acompañada de un suspiro como si fuera el suspiro de una persona...No había quién se arrimara a mi casa por temor a ser mordido y por ello mis padres y mis tíos la regalaron pero, aquel señor de Córdoba nos llamó para recogerla porque no había quién se acercara a ella. Mi perra era noble y fiel. Pasó más tiempo y de nuevo mi abuelo la regaló a un hombre que tenía un huerto fuera del pueblo y allí se quedó. Pasó más tiempo y por casualidad, vi a mi Tula ya vieja y desvencijada por el tiempo: No me conoció o hizo que no me conocía por haberla abandonado. Tenía una nube en un ojo y una pesadumbre que no tardo mucho tiempo en convertirse en muerte...
3 comentarios:
Qué pena haberla visto tan mayor. Yo no pude evitarlo con el mío. un beso
Cuando se tiene un animal cuando le llega su vejez puede y es tan triste como la de la persona que tenemos al lado.
Me has recordado a mi perra Cuca.
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