Camino por la calle siguiendo la fila perfecta del enlosado de la acera. Hace años que no salgo a la calle y mi vida se ha basado en profundos tratamientos psiquiátricos mucho mas allá donde no alcanzan las pastillas...Me han dejado libre para ir a comprar a un supermercado y volver para ver que tal ha sido mi experiencia.
 
Me cruzo por la calle con personas de otros países con diferentes personalidades y a cada cual le doy las buenas tardes esperando su reacción. Unos me saludan amablemente, otros me ignoran y otros se indignan quizá porque sufren de algún síntoma psicológico venido de algún ambiente agresivo. Paseo respirando aire puro de otoño; libre para hacer lo que me plazca y totalmente abierto a lo que surja. El supermercado ya está cerca y de lejos viene una mujer tan rubia como Marilyn Monroe que me llama mucho la atención. Es alta como yo, con curvas sin caer en el exceso, mirada limpia, ademanes cuidados y labios pintado de rojo. Entra en el súper y yo la sigo; creo que me estoy enamorando...
 
La sigo por el pasillo como si fuera un autómata y ella se da cuenta de mi pues compro lo mismo que ella. En la fruta se le cae una manzana y yo solícitamente se la recojo y ella me sonríe dándome las gracias. Su voz me transporta a otra esfera. Tomo mi móvil y llamo a mi terapeuta pues le confieso que he encontrado al amor de mi vida y el me aconseja que no me inmiscuya con nadie...Yo la sigo hasta la carne y después al puesto del pescado, después al los postres y quiero tener el detalle de invitarla a seis yogures. Ella ya no sonríe y quiere alejarse de mi. El guarda de seguridad está pendiente de mi. Me mira como me miran los loqueros en el hospital cuando me desmando y eso, me da miedo...
 
Me coloco en fila de caja con lo mismo que ella ha comprado además de una maceta que está en oferta para regalársela. Salgo el primero a la calle y en la puerta hay un mendigo que me pide dinero para comer algo. Yo le doy los yogures pero ella, al pagar, se da cuenta de que la espero y telefonea sin apartarme la mirada. Yo le sonrío para darle confianza señalando la maceta para que entienda que se la regalo pero, llama al guardia de seguridad.
 
La espera se hace larga y ella se marcha por otra puerta que da a otra calle. Pasa el tiempo y telefoneo a mi terapeuta. El me dice que tengo otra crisis obsesiva y que vuelva a la clínica. Yo me enfado con el, me pongo agresivo y estrello mi compra contra la puerta automática del supermercado. El guardia de seguridad me inmoviliza y yo grito: ¡¡¡¡ MARILYN MARILYN!!.
 
Despierto de nuevo en el hospital después de la sedación. La doctora de guardia me mira fíjamente. Hay muchos doctores con batas blancas a mi alrededor negando con la cabeza como si fuera una caso perdido. Tomo conciencia de la realidad y la doctora es Marilyn cuyo nombre es Doctora Carmen Castillejo...
1 comentario:
Las obsesiones no son buenas y las enfermedades mentales , hay que cuidarlas muy bien. Nunca sé está a salvo de una recaída, en este caso asi fue.
Un tema peliagudo, paciente y médicos , y sobre todo el resto de la gente, se tiene que hacer idea de que son personas que con medicación pueden alcanzar una vida normal, lo que se entiende por normal , pero... cuidado nunca se sabe.
Abrazos,
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