La vida se abre en todos sus sentidos cuando en aquel día de playa yo me enamoré de una mujer mayor.
La playa estaba concurrida. Había chicas que se desnudaban el torso; chicas a las que ni mi padre ni yo perdíamos de vista y mi madre celosa nos llamaba la atención. El agua del mar tenía temperatura de 30 grados. Bañarse hasta donde no cubría era una colmena de personas donde unos jugaban a la pelota, otros navegaban en una barca hinchable y algunas parejas como pude comprobar, hacían el amor como la mona chita se abraza a Tarzán...
Por aquella época, alguna chicas iban en top-les. Por aquella época, mis sentidos sexuales estaban preparados para el ataque.
Mi padre se tiró de cabeza contra una ola y cuando asomó su cabeza, lo noté preocupado porque me pedía mi bañador ya que perdió el suyo en el envite de la ola y yo me negué a dárselo y que por suerte, apareció después de palpar con los pies el fondo. El día pasaba y mas que una playa, aquello era una manifestación de personas donde la mayoría hacía sus necesidades dentro del mar...
Estábamos en primera linea de playa. Yo me secaba con la toalla cuando reparo en una mujer voluptuosa que no deja de mirarme y sonreir. Tenía grandes pechos y unos ojos que me comían sabedora de la naturaleza del hombre...Estuvimos almorzando y después como es normal, hacer la digestión durante dos horas. Mis padres durmieron a la sombra de la sombrilla y mis hermanas jugaban a las cartas.
De nuevo volví la mirada quizás un poco tímida pero con morbo. Ella se pasó la legua por los labios y sus piernas se abrieron. Miró de un lado hacia otro. Se separó el bañador de la entrepierna y me enseñó su sexo peludo. No supe qué hacer ni qué decir pero era la primera vez que vi un coño en directo. Luego, en otro lance, paseó sus dedos sobre el pecho del bañador hasta que vio oportuno enseñarme parte de una areola de color negro. Yo estaba excitado, me cubrí con la toalla la erección pero ella reía y reía con descaro.
Llegó la tarde noche y decidimos marchar a casa. Aquella imagen nunca se olvidó y ahora, cuando voy a la playa y la mayoría de las mujeres enseñan sus pechos, no hay ninguno que iguale a los de aquella mujer para ofrecerme tal manjar a la mirada...